Indudablemente, la fortaleza que mostramos en público proviene de la unción que recibimos en privado, cuando en oración cerramos la puerta y abrimos el corazón al único que puede comprender nuestra causa, conocer sus raíces y ver nuestro futuro como la palma de su mano. Es cuando aceptamos nuestra impotencia que recibimos su extraña y sobrenatural fortaleza, con la cual no hay súper héroe que nos haga competencia, y venga lo que venga decimos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Solo nuestro Señor Jesucristo es capaz de proveernos tal capacidad para superar el oleaje de las corrientes egoístas de los intereses humanos y los ecos con que quieren amedrentarnos los vientos del temor y la ansiedad. Entonces, nadamos vigorosos contracorriente.
¡Contracorriente!
Indudablemente, la fortaleza que mostramos en público proviene de la unción que recibimos en privado, cuando en oración cerramos…