Control del mercado

Antes de que el empresariado consiguiera de sus lacayos legisladores la aprobación de piezas que le entregaron la facultad de oponerse a nuevas aventuras, hubo una vez libertad de acceso, que permitía a cualquiera iniciar su proyecto. Conculcada,…

Antes de que el empresariado consiguiera de sus lacayos legisladores la aprobación de piezas que le entregaron la facultad de oponerse a nuevas aventuras, hubo una vez libertad de acceso, que permitía a cualquiera iniciar su proyecto. Conculcada, esa libertad reverdece ahora que el nuevo cuño del imperialismo, el neoliberalismo, aprendió, engullendo la competencia, a quedarse con todo y más, a hacerse de los recursos (humanos, materiales, tecnológicos, económicos, financieros y mercadológicos) del efímero triunfador, y a financiarse con la plusvalía pre y pos fusión que logra en los mercados de valores fiduciarios, desde cuando se hace noticia la mera posibilidad fagocita.  
Es descubrimiento de que la suma es mayor que la adición de sumandos y confirmación de que se puede comprar a otro sin usar fondos propios.

Solo tener la idea de la especulación, de la mecánica de su manejo, poder o información de mercado, y suficiente falta de ética como para no afectarle las posibles adversas consecuencias de sus actos para con los demás, que acontecen en un ambiente de saldo transaccional suma cero, es decir, donde las ganancias de uno son pérdidas de otro.

De niño veía a campesinos de Moca guardar parte de sus cosechas en barricas de acero, y colocar a la venta la otra parte.

Era decisión empresarial, intuitiva, de campesinos convencidos de que vender en el mercado la totalidad de su cosecha habría de bajar los precios y reducir sus ingresos totales. La división en dos ofertas parciales resultaría en mejor precio de venta en las dos ocasiones, según las leyes económicas, por la resultante escasez relativa, a pesar del riesgo de pérdida material.

Muchas veces los agricultores recibían visitas de otros especuladores, comerciantes mayoristas y exportadores, con ofertas para comprarles sus cosechas, tanto la actual como las futuras, a precios mejores que los del mercado en el momento de cosecha, con la esperanza de logra mayores utilidades y mayor poder en el mercado.

Era gente que anticipaba volúmenes de producción, la demanda doméstica y las oportunidades de exportación, estimaba el rango de precios dentro del cual la compra de futuros le era beneficiosa, especialmente si lograba alcanzar un control significativo de la oferta futura que lo convirtiera en el capitán del canal, dominador de precios y condiciones. Los frijoles, el maíz y el tabaco eran los principales candidatos de la especulación.

La especulación es vieja aquí. Data desde principios del siglo XIX, cuando menos. Aunque pequeña tiene alto costo social: entonces, buena parte del sobreprecio de los productos cuyas ofertas domésticas controlaban los especuladores. l

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