Cuando de escribir se trata

Escribir una columna, especialmente si se hace una obligación cotidiana, conlleva un compromiso. No el tipo que usualmente se contrae al asumir…

Escribir una columna, especialmente si se hace una obligación cotidiana, conlleva un compromiso. No el tipo que usualmente se contrae al asumir una afiliación partidista. El compromiso al que me refiero es de naturaleza ética. Por lo general establece distancias que involuntariamente se crean con cada entrega diaria. En esencia cada artículo se convierte en una experiencia propia. Hacer periodismo en esta época de la vida democrática del país es menos riesgoso.

Me ha tocado ejercer este oficio en distintas etapas, algunas de ellas sumamente difíciles, en el que cada amanecer amenazaba con ser el último, y conozco la diferencia.

En la universidad se nos enseña que el compromiso debe ser con la verdad. Pero descubrirla es todo un crucigrama imposible de llenar. El compromiso real se adquiere cuando uno siente un enorme miedo interior por lo que escribe y sin embargo continúa adelante. Durante un largo período viví con ese terrible miedo interior. Provenía del contenido de algunos despachos en mi época de corresponsal y más tarde de mis inicios como columnista desde 1978 en este diario. Veía el temor reflejado cada día en el rostro de mi esposa y oculto en la inocente sonrisa de mis hijos, ajenos a todo el peligro a su alrededor.

Confieso que ese temor jamás desapareció. Como no han desaparecido del ambiente nacional las fuerzas oscuras que bajo distintos disfraces blanden todavía con impune arrogancia la terrible y demoledora espada de la intolerancia.

Es cierto que los cambios experimentados por la sociedad dominicana han alejado el fantasma de la fuerza bruta, pero la intolerancia viste otros ropajes y se oculta casi siempre detrás del disfraz de la complacencia. De todas maneras, ahora en los tiempos mejores como en las épocas malas, he disfrutado profundamente de este quehacer, como reportero y corresponsal y finalmente como columnista.

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