Cultura constitucional

En una actividad realizada reciente en la PUCMM, su rector, el monseñor Agripino Núñez Collado, insistió en la necesidad de estudiar la Constitución y las decisiones del Tribunal Constitucional, como forma de fomentar una cultura de la legalidad&#823

Cultura constitucional

En una actividad realizada recientemente en la PUCMM, su rector, monseñor Agripino Núñez Collado, insistió en la necesidad de estudiar la Constitución y las decisiones del Tribunal Constitucional (TC), como forma de fomentar una cultura de la…

En una actividad realizada reciente en la PUCMM, su rector, el monseñor Agripino Núñez Collado, insistió en la necesidad de estudiar la Constitución y las decisiones del Tribunal Constitucional, como forma de fomentar una cultura de la legalidad en nuestro país. “Hay que fomentar una cultura constitucional, porque es la mejor forma de asegurar un respeto a la legalidad.  Cuando un pueblo conoce su Constitución, se siente motivado a respetarla, y a respetar las leyes”, dijo –más o menos- el monseñor Núñez Collado.

En su obra “Die normative Kraft Verfassung”, Konrad Hesse utiliza la expresión “Wille zur Verfassung” (voluntad de Constitución), para referirse a esa esperzanza común que se deposita en una Constitución “que trata de materializarse y de expresarse”, de la que nos habla Zagrebelsky. La Constitución de 2010 se ha expresado y materializado de muchas formas: desde la amplísima y transcendente labor jurisprudencial del Tribunal Constitucional (TC), hasta las nuevas obras sobre Derecho Constitucional, hasta las leyes que la desarrollan aprobadas en los últimos tres años. La Constitución dominicana es un “texto de compromiso” que, aunque impulsada por el ex presidente Leonel Fernández, contó con el respaldo del Partido Revolucionario Dominicano y las fuerzas aliadas del Partido de la Liberación Dominicana, la contribución entusiasta de su Comisión Redactora, la opinión de miles de dominicanos, de todos los rincones del país, que opinaron sobre su contenido, así como una pertinente asesoría de constitucionalistas extranjeros.

La Constitución más moderna de América Latina –como varias veces ha calificado el presidente del TC,   Dr. Milton Ray Guevara, a la dominicana-  refleja la firme aspiración de un pueblo de iniciar un nuevo estadio en su vida institucional, construyendo un Estado Social y Democrático de Derecho, que nos permita superar la vieja cultura de la (i)legalidad que ha modelado la forma de ser del dominicano.

Para Zagrebelsky, la “primera tarea de quien actúa para la Constitución es, precisamente, transcender el edificio del que nace para transformarla en una fuerza cultural que viva en la sociedad con una inmediatez espontánea…”.   Una tarea a la que estamos convocados todos los dominicanos, por designio propio de la Constitución, porque –como nos ha recordado Josep Aguiló Regla- no se trata de tener una Constitución, ni de darse una Constitución, sino de vivir en Constitución. En hacer de todos los dominicanos nos “reconozcamos” en los valores, principios y normas de nuestra Constitución, para que ella impregne el componente o elemento cultural (Haberle) de la nueva República Dominicana –imperceptible para muchos- ha comenzado a construirse con el esfuerzo de todos, y que nos permitirá ser cada día mejores ciudadanos, respetuosos de nuestra carta fundamental y también de las leyes.

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En una actividad realizada recientemente en la PUCMM, su rector, monseñor Agripino Núñez Collado, insistió en la necesidad de estudiar la Constitución y las decisiones del Tribunal Constitucional (TC), como forma de fomentar una cultura de la legalidad en nuestro país.

“Hay que fomentar una cultura constitucional, porque es la mejor forma de asegurar un respeto a la legalidad. Cuando un pueblo conoce su Constitución, se siente motivado a respetarla, y a respetar las leyes”, dijo –más o menos- Núñez Collado.

En su obra “Die normative Kraft Verfassung”, Konrad Hesse utiliza la expresión “Wille zur Verfassung” (voluntad de Constitución), para referirse a esa esperanza común que se deposita en una Constitución “que trata de materializarse y de expresarse”, de la que nos habla Zagrebelsky. La Constitución de 2010 se ha expresado y materializado de muchas formas: desde la amplísima y transcendente labor jurisprudencial del TC, las nuevas obras sobre Derecho Constitucional, hasta las leyes que la desarrollan aprobadas en los últimos tres años. La Constitución dominicana es un “texto de compromiso” que, aunque impulsada por Leonel Fernández, contó con el respaldo del PRD y las fuerzas aliadas del PLD, la contribución entusiasta de su Comisión Redactora, la opinión de miles de dominicanos, de todos los rincones del país, así como una pertinente asesoría de constitucionalistas extranjeros. La Constitución más moderna de América Latina –como varias veces la ha calificado el presidente del TC, Dr. Milton Ray Guevara- refleja la firme aspiración de un pueblo de iniciar un nuevo estadio en su vida institucional, construyendo un Estado Social y Democrático de Derecho, que nos permita superar la vieja cultura de la (i)legalidad que ha modelado la forma de ser del dominicano.

Para Zagrebelsky, la “primera tarea de quien actúa para la Constitución es, precisamente, transcender el edificio del que nace para transformarla en una fuerza cultural que viva en la sociedad con una inmediatez espontánea…”. Una tarea a la que estamos convocados todos los dominicanos, por designio propio de la Constitución, porque –como nos ha recordado Josep Aguiló Regla- no se trata de tener una Constitución, ni de darse una Constitución, sino de vivir en Constitución. En hacer que todos los dominicanos nos “reconozcamos” en los valores, principios y normas de nuestra Constitución, para que ella impregne el componente o elemento cultural (Haberle) de la nueva República Dominicana –imperceptible para muchos- ha comenzado a construirse con el esfuerzo de todos, y que nos permitirá ser cada día mejores ciudadanos, respetuosos de nuestra carta fundamental y de las leyes.

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