El director Danny Boyle siempre se ha sentido atraído por lo extremo, ya sea los drogadictos escoceses en «Trainspotting», los sobrevivientes de una apocalipsis de zombis en «28 Days Later» o los niños callejeros de Mumbai en «Slumdog Millionaire».
Así que para su regreso al teatro luego de 15 años Boyle escogió «Frankenstein», la historia de horror de Mary Shelley sobre un científico que crea vida y un monstruo que es plenamente humano.
En el fondo, y especialmente en la versión teatral de Nick Dear, es una fábula clásica: Víctor Frankenstein crea un hombre a su imagen, pero descubre que ha creado una bestia. Pero ¿es el monstruo su creación, o él mismo?».
La producción de Boyle para el National Theatre de Londres tiene dos grandes puntos fuertes: es visualmente sensacional y tiene actuaciones impresionantes por Benedict Cumberbatch y Jonny Lee Miller, que se toman turnos interpretando a Frankenstein y el monstruo.
No es sorpresa que el director que lanzó a los espectadores inodoro abajo en «Trainspotting» y los hizo casi desmayarse cuando James Franco se cortó un brazo en «127 Hours», haya creado un espectáculo con gran brío visual.
La escenificación de Boyle y el diseñador Mark Tildelsley tiene fuego, agua, nieve y hielo, explosiones de luz enceguecedora de 3.500 bombillas, y un tren estilo steampunk sobre carriles que se extienden entre el público. Boyle — que trabajó con sus colaboradores musicales Underworld — entiende el poder del sonido.
El guionista Dear, cuyo historial incluye las obras «Zenobia» y «The Art of Success» y la adaptación cinematográfica de «Persuasión» de Jane Austen, elimina de la novela de Shelley algunas subtramas y digresiones, y eso ayuda a concentrar su poder como parábola acerca de padres e hijos, el pecado original y la responsabilidad del creador.
