David Ortiz, entre lágrimas, se despidió de las Grandes Ligas

A las 9:17 de la noche se paró en la goma por última vez y tomó base por bolas. A las 9:22 Marco Hernández lo reemplazó como corredor en la segunda base y los aplausos no tardaron en llegar en ese octavo episodio por un público que no lo dejaría&#8

A las 9:17 de la noche se paró en la goma por última vez y tomó base por bolas. A las 9:22 Marco Hernández lo reemplazó como corredor en la segunda base y los aplausos no tardaron en llegar en ese octavo episodio por un público que no lo dejaría irse sin un último tributo. A las 9:51, cuando el jardinero derecho de Cleveland completaba el out 27, David Ortiz pasaba a la historia de las Mayores, como uno de los grandes, y empezaba el nuevo capítulo de su vida sin la pelota como protagonista y viceversa.

Anótelo: el tren llamado Big Papi no va más. Aunque fuese eliminado temprano en la postemporada, David tampoco debe tener quejas por una carrera llena de logros, impensables en un momento para un pelotero que en el 2002 estaba en el limbo.

Crédito a Cleveland y a su dirigente Terry Francona, con quien ganó en 2004 y en 2007 con los Medias Rojas. Francona y su tribu evitaron que el temible designado fuese un factor en la serie divisional que ayer llegó a su final.

Terminó bateando .111, con apenas una remolcada en los tres partidos. Se fue de 9-1 con dos transferencias y un ponche. Son números diametralmente opuestos a los obtenidos en la serie regular (.315, 38 cuadrangulares y 127 impulsadas) con un Boston que en un momento lucía imbatible en la Liga Americana.

Pero ese es el béisbol, un deporte que te pasa la factura como el más eficiente de los departamentos impositivos de gobierno alguno. Cuando tienes una racha buena muy extensa, siempre está el temor de que una mala viene en camino.

David tuvo que volver ayer al terreno tras finalizado el encuentro al ser aclamado por una feligresía que le quería homenajear por última ocasión. Los reportes dicen que al unísono se gritaba “¡Papi! ¡Papi!”.

Con lágrimas surcando su rostro, Ortiz saludaba con su gorra en una mano y con la otra se tocaba el corazón. Adiós al número 34 que nadie más usará con Boston. Gracias, Big Papi.

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