La debacle del Licey

Los Tigres fueron enviados una vez más a casa con la vergüenza y la pena como único equipaje, destinados al banquillo de los que observan el gran baile por la corona con amargura y dolor.

Los Tigres fueron enviados una vez más a casa con la vergüenza y la pena como único equipaje, destinados al banquillo de los que observan el gran baile por la corona con amargura y dolor. El orgullo del Licey es la copia perfecta de la frase que se atribuye al hijo de Charles Lindbergh: anda perdido. Es penoso que Emilio Bonifacio, apoyando a sus compañeros en la banca debido a que  no podía jugar, mostrara más dolor por las cinco letras de una de las franquicias más respetadas del área que muchos de los que hoy debieran imitar al avestruz.

Estamos hablando de jugadores que, hasta prueba en lo contrario, ese uniforme les quedó grande, muchachos con actitud de “primaria” en una competencia para profesionales. Para muchos, jugar con aretes era una prioridad y hasta motivo de inconformidad.

Alex Rodríguez tiene 629 jonrones y 1,893 impulsadas en su carrera. ¿Alguien le ha visto un pendiente en sus orejas? Derek Jeter, Juan Marichal y Pedro Martínez han sido grandes. No recuerdo un objeto brillante en parte alguna de sus rostros. Las prendas ni batean ni lanzan. Se gana con talento, disciplina y dedicación.

Juan Francisco no jugó un domingo contra las Águilas, con una buena asistencia en el Estadio Quisqueya, debido a un inconveniente por una joya. No creo que ni él ni nadie se atreverían a exigir semejante cosa en sus respectivas organizaciones de Grandes Ligas.

Francisco, desde este balcón, no cumplió con las expectativas que se crearon a su alrededor. Falló en innúmeras ocasiones a la hora buena. Esa es la verdad monda y lironda.  Se insistió tanto en Yamaico Navarro que el cántaro llegó a la fuente y se rompió. Fue una fábrica de errores y en el último juego del Licey tuvo mucho que ver para que el barco se hundiera ante unas Águilas que pueden hablar lo que quieran hasta octubre próximo.

Muchas veces se asume que estar en un roster de Grandes Ligas es ser un “grandes ligas”. Craso error. No todo el que se pone el uniforme del Licey reúne las cualidades para llamarse un genuino miembro de ese club. La reciente debacle es una prueba fehaciente de ello.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas