Dejen que se empodere

No existe un manual sobre los procedimientos utilizados para alcanzar el principal éxito en la política: el poder. Sería interesante. Serviría de mucho y a muchos, incluso, a quienes en alguna ocasión vivieron momentos estelares, que reunidos…

No existe un manual sobre los procedimientos utilizados para alcanzar el principal éxito en la política: el poder. Sería interesante. Serviría de mucho y a muchos, incluso, a quienes en alguna ocasión vivieron momentos estelares, que reunidos u organizados en un documento, permitirían descubrir los métodos empleados para construir las vías maravillosas para escalar esa cumbre.

No es broma. Ese instrumento tendría un valor inconmensurable. Sus usuarios no deberían perder de vista que en todo caso no pasaría de ser un referente. No una fórmula mágica, porque entonces la tarea sería demasiado sencilla y de escaso valor.

No vendría mal en este período de la vida dominicana, donde se observan tantos actos fallidos que proveen más daños que bien a la causa perseguida.

En la lucha pacífica por el poder hay quienes están persuadidos de que si “controlan” o consiguen cierta supuesta asepsia de los medios establecidos por el sistema para administrar la organización de las elecciones el triunfo podría estar garantizado. Partir de semejante presunción sería seguir el camino directo hacia el fracaso.

Las historias exitosas se construyen en el seno de la sociedad, ganándose el aprecio de los ciudadanos, y cuando las circunstancias estén dadas para que haya cierta apropiación de un discurso propositivo, o a consecuencia de erráticas políticas, del deterioro de la calidad de vida, es decir, cuando las condiciones objetivas y subjetivas sugieran la necesidad de acoger propuestas claramente diferenciadoras.

Aún en las circunstancias más difíciles, como ocurrió en 1978, la clave ha sido el trabajo político en la población, de la cual dimana la fuerza para decidir lo mejor para los dominicanos.

Pero debe haber confianza en las instituciones. Para alcanzarla no hay que recurrir al desmembramiento primero para construirlas después.

La administración de las elecciones está en manos de un organismo colegiado que aunque debe escuchar a todos los actores políticos, tiene facultades propias indelegables.
Observamos una excesiva, casi obsesiva atención sobre la Junta Central Electoral (JCE). Hay que permitirle que se empodere de sus funciones. 

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