Día especial

Antes de que los gallos canten, ya Silvano había saltado de la cama. Era su costumbre. Sobre todo ese día, que para él era bendito.

Antes de que los gallos canten, ya Silvano había saltado de la cama. Era su costumbre. Sobre todo ese día, que para él era bendito. Así lo pregonaba y así lo asumía todo el mundo en su pequeña comunidad enclavada en el corazón de la sierra. Su jornada comenzaba tan temprano como el amanecer.

Pero su labor era muy distinta al quehacer de cada día. Esa mañana, no iba a su propiedad. Se adentraba a las montañas buscando un tipo de leña al que él le había asignado ese rol especial. No importaba ni el rocío que le mojaba más arriba de las rodillas, ni el frío que provocaban las bajas temperaturas.

Cualquier sacrificio para Silvano estaba justificado. Subir hasta esa parte del bosque no era tarea fácil. Quizás por eso se apuraba tanto en llegar al lugar antes de que calienten los rayos del sol.  Mientras tanto, Germania, su mujer, ya sabía cuál era su misión.

Junto a sus hijos, que aunque ya se habían casado estaban convocados para esa mañana, se disponía al sacrificio de un ternero al que había que sazonar bien temprano para la cena. Con aire de satisfacción y a pesar de las precariedades en que vivía, Germania exhibía con orgullo esa tradición familiar.

“Podremos vivir momentos difíciles durante todo el año, pero la alegría de este día nadie puede despintarla”, decía orgullosa esta mujer de baja estatura, tez negra y cabellos matizados por hilillos canosos que le daban ya ese toque señorial.

 De modo que cuando Silvano quería llegar del bosque,  con la leña de candelón, ya en la casa se vivían momentos especiales. En realidad había ambiente de fiesta. El desayuno estaba servido, precisamente a base de víveres y las asaduras del ternero.

 El resto estaba planificado para cuando dieran las doce de la noche. Entonces a partir de esa hora se contaba con la presencia de todos los familiares, algunos amigos y muchos vecinos que veían en la casa de Silvano su propia casa. Lo que allí se comenzaba a vivir eran momentos especiales que no era muy fácil  describir.

De la pequeña habitación comenzaban a salir las señoritas con sus pómulos maquillados y sus labios hermosamente decorados. Sus vestidos reflejaban la alegría de la época. Era 31 de diciembre y como cada año la historia se repetía. Felicidades en este nuevo año 2014.

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