En un día de Reyes, fuera de fecha (y 2)

Mirar al cielo e identificar las estrellas de “lo reye”, destacadas por la limpidez del cielo de diciembre-enero, mostraba la “cercanía” de los que llegaban en camellos, cargados de juguetes y que requerían que les dejáramos “yerba pa…

Mirar al cielo e identificar las estrellas de “lo reye”, destacadas por la limpidez del cielo de diciembre-enero, mostraba la “cercanía” de los que llegaban en camellos, cargados de juguetes y que requerían que les dejáramos “yerba pa lo camello, ron pa lo reye y cigarrillo pa lo que fuman”, alimentado por la ilusión de que nos “pusieran” juguetes.

“Carbón y pupú de caballo pa lo que portaron mal”, obligaban a la obediencia convincente de nuestro buen comportamiento, aunque fuese en esos días mágicos de la Navidad.

Inocencia viva que lo práctico trastoca y sustituye por un alienante personaje de extraña indumentaria nada tropical, que ya es “nuestro”: “Santicló”. En el Cibao era el “Niño Jesú” el que ponía, en la noche del 24, lo que permitía a los niños de esas épocas, disfrutar más de sus obsequios, antes del retorno a clases tras las vacaciones de Navidad.

Los líderes cristianos, de todas las religiones, obvian la importancia de la primera peregrinación cristiana y contribuyen a desdibujar los personajes bíblicos. Se confunden con los que la tradición ha inventado, dándoles nombres y número, que asociamos con regalos, en lugar de explicar su origen e importancia en el nacimiento de Jesús en Belén, como parte vital de lo que representa la materialización de las profecías de religiones coincidentes, de un “rey” liberador, esperado, nacido de virgen y anunciado por estrellas (signos astrales).
 
La particular coincidencia de los relatos bíblicos con lo que las recientes investigaciones arrojan acerca de la peregrinación de los sabios que desde Persia viajaron a Jerusalén y de allí a Belén, siguiendo una estrella que resulta el planeta Júpiter, cumpliendo la profecía de que en Judea “nacería un nuevo rey judío que liberaría a su pueblo de los romanos”.

Según esas teorías, los Sabios venidos de Oriente, de Persia y con atuendos que identifican de manera puntual su procedencia, tuvieron contacto con Jesús cuando este ya tendría ocho meses de edad y son atrevidos en indicar que sería el 19 de diciembre del 6 AC, dada el error de cálculo que atribuyen a quienes fijaron el inicio de la Era Cristiana.

El lugar parece ser donde hoy existe la Iglesia de la Natividad, en la Belén de hoy, construida sobre una caverna, unos 160 años después de su nacimiento. Los Reyes magos “desaparecen” tras cumplir sus propósitos, advertidos en un sueño donde se les indicaba que no regresaran donde Herodes el Grande a identificarle la ubicación del Mesías, para evitar su particular y sangrienta crueldad.

De ahí la matanza de los Santos Inocentes, que la Iglesia Católica celebra el 28 de diciembre, aunque Flavio Josefo el historiador judío-romano de la época, no menciona tal evento. Aunque lo de los Reyes se pierde entre las nuevas generaciones, los que disfrutamos “lo santo reye” recordamos, con alegre nostalgia, algún juguete que vive indeleble en nuestra memoria. l

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