Dialéctica y erística

El renacimiento de la dialéctica y la retórica en el siglo pasado, trajo como consecuencia nuevos enfoques acerca de muchos de los elementos…

El renacimiento de la dialéctica y la retórica en el siglo pasado, trajo como consecuencia nuevos enfoques acerca de muchos de los elementos de la lógica aristotélica, así como nuevas concepciones acerca del papel de aquella en el mundo moderno. Para Aristóteles, la retórica es una contrapartida de la dialéctica, concibiendo la primera como “la facultad de considerar en cada caso lo que puede ser convincente”, y a la segunda, como el arte de “razonar sobre todo problema que se proponga a partir de cosas plausibles”.

El estagirita, según Volpi, situaba la dialéctica en el ámbito de la opinión, de los endoxa (opiniones plausibles), y la separaba claramente de la ciencia, considerando la erística como una degeneración de la primera, en la medida en que se basaba en opiniones engañosas o aparentemente plausible.

El filosofo Arthur Schopenhauer, sin embargo, rescata una concepción erística de la dialéctica. Para él, “en la dialéctica hay que dejar de lado la verdad objetiva o considerarla como accidente y únicamente considerar cómo defender las propias afirmaciones y demoler las del adversario”. “El verdadero concepto de la dialéctica -agrega- es, pues, el señalado: una esgrima intelectual con el objeto de tener razón en la controversia”.

En su única obra sobre el tema, publicada luego de su muerte, Schopenhauer propone una serie de técnicas y estratagemas, para lograr que la tesis de cada quien sea aceptada como válida por el adversario y por quienes presencian la discusión. Lo curioso de esas estratagemas es que recomiendan toda clase de retorcimiento, falacia o tergiversación, con tal de deslucir el argumento del contrario.

En la estratagema No. 5, Schopenhauer propone, por ejemplo, que “se puede también, para demostrar la propia tesis, hacer uso de falsas premisas cuando el adversario no quiere aceptar las verdaderas, bien porque no reconoce que sean verdaderas o bien porque ve que de ellas se deducirá como consecuencia la tesis. Entonces se adoptarán proposiciones que son falsas en sí mismas pero verdaderas ad hominen, y se argumentará ex concessis a partir del modo de pensar del adversario”.

Schopenhauer justifica el uso de este tipo de premisas diciendo que “lo verdadero puede también deducirse de premisas falsas, pero no lo falso de premisas verdaderas”.

Y agrega que “se puede también refutar tesis falsas del adversario por medio de otra tesis falsa que él acepta como verdadera”. Este prominente filósofo sostenía que, en el debate público, “En realidad no se trata de la verdad, sino de la victoria”.

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