La volatilidad que experimentó el tipo de cambio durante el mes de agosto no es nueva. Se suma a las registradas en marzo y junio. El hecho vuelve a traer a la mesa la cuestión de la fragilidad de la estabilidad cambiaria que ha vivido el país en años recientes.

El desbalance del comercio de bienes, servicios y remesas es tan severo que la estabilidad depende críticamente de los flujos externos como la deuda pública externa (incluyendo los bonos de Hacienda comprados por no residentes) y la inversión extranjera. En promedio, entre 2008 y 2012 el país ha requerido de algo más de US$4 mil millones de ingresos de este tipo para sostener una tasa de cambio baja y estable.

Eso significa que, a largo plazo, la economía no tiene la capacidad para sostener esa tasa de cambio a partir de sus propias capacidades productivas y de generación de divisas.

Desde 2008 en adelante, los flujos de recursos externos se han facilitado gracias a la política de dinero abundante que impulsaron la Reserva Federal de los Estados Unidos y en menor medida el Banco Central Europeo, en sus esfuerzos por salvar a sus bancos y sacar sus economías de la recesión. Esto se tradujo en tasas de interés muy bajas, lo que sumado al bajo rendimiento de las acciones, ha contribuido a que en estos años haya habido una enorme disponibilidad de dinero barato en los mercados internacionales.

Países como República Dominicana aprovecharon esa disponibilidad y las bajas tasas de interés para incrementar su deuda, y de esa forma contribuir en parte a reducir el efecto de la crisis internacional en sus finanzas públicas y sus exportaciones.

Sin embargo, el panorama empieza a cambiar. La economía estadounidense revela signos de recuperación y la Reserva Federal envía señales de que su política monetaria cambiará para volverse más contractiva. Es por ello que en breve estaremos viendo en Estados Unidos y las economías ricas un incremento en las tasas de interés. También las acciones se muestran al alza, lo cual apunta a que el dinero retornará a las bolsas de valores en busca de mayores beneficios. De hecho, los Bonos del Tesoro ya están registrando un mayor rendimiento. En pocas palabras, la época del dinero barato y abundante con el cual tapar los hoyos de nuestras cuentas externas se está acabando, y con ello la fuente de la estabilidad cambiaria.

Frente a esa situación, la política macroeconómica se enfrenta a un dilema: le cae atrás a los países ricos subiendo las tasas de interés, como lo acaba de hacer el Banco Central, para  mantener la rentabilidad de la deuda pública dominicana y los depósitos en pesos a fin de sostener la entrada de recursos pero sacrificando el crecimiento y el empleo, o mantiene bajas tasas de interés mientras permite una subida gradual y administrada de la tasa de cambio que contribuya a recuperar las exportaciones, a reducir el crecimiento de las importaciones y a sostener el crecimiento económico, pero aceptando una tasa de inflación mayor a la establecida como meta (de alrededor de 5%) y un moderado aumento del peso de la deuda externa medida en pesos.

La estabilidad de precios no es una virtud en sí misma, sino en la medida en que no obstaculice sino que contribuya al crecimiento de largo plazo. Una política de tasas de interés altas y sostenidas en procura de mantener una tasa de cambio baja y una tasa de inflación que se cree “la perfecta” es la contra-receta para el crecimiento, porque encarece el crédito, reduce la inversión, penaliza las exportaciones y subsidia las importaciones.

Es por ello que, en el nuevo contexto, lo aconsejable es una política claramente comprometida con el crecimiento y que sea más flexible que la actual en materia de inflación y tasa de cambio. El manejo inteligente de la tasa de interés puede ayudar a administrar el deslizamiento cambiario.

Nadie quiere una devaluación abrupta y descontrolada. Ese es el peor de los escenarios en el corto plazo porque además de empobrecer a los pobres, mata el crecimiento. Pero aferrarse a un peso tan sobrevaluado no sólo liquida el crecimiento sino que acumula el problema, y después el ajuste será peor.

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