La diplomacia al servicio de la tiranía (3 de 3)

Me temo que existe en nuestro medio un esfuerzo dirigido a replantear moralmente el tema de la tiranía, con la insana intención de justificarla como una necesidad histórica de su época. Al advertir sobre el riesgo que eso tiene para el sistema…

Me temo que existe en nuestro medio un esfuerzo dirigido a replantear moralmente el tema de la tiranía, con la insana intención de justificarla como una necesidad histórica de su época. Al advertir sobre el riesgo que eso tiene para el sistema democrático, me atrevo a asegurar también que ello tiende a justificar ante las generaciones presentes y futuras actuaciones que de otra manera resultarían imposibles de explicar histórica, moral y políticamente. Es basado en ese temor que cedí a la tentación de escribir sobre el tema en interés de situar esa época de intolerancia en la perspectiva en que debe ser aceptada por la historia.

Con honrosas y conocidas excepciones, el servicio diplomático durante la Era de Trujillo constituyó uno de los peores y más degradantes aspectos del régimen. La inteligencia de muchos de los que formaron parte del mismo hizo posible que todavía hoy miles de dominicanos vean en esa etapa oscura de nuestra vida republicana, valores que nunca poseyó.

Con todo respeto, los personajes a los que se atribuyen tantos méritos, quedaron ya marcados en las páginas de nuestra historia por la dimensión justa de sus propias actuaciones.

Concluyo con una reflexión de Antón Antonov-Ovseyenko extraída de su estremecedora obra El tiempo de Stalin, y que ya había reproducido en el prefacio de mi libro Trujillo y los héroes de junio:
“En algunos países la nueva generación crece sin saber nada de la antigua mitología.

A los niños se les dan mitos modernos que glorifican el poderío invencible de su propia nación y que hablan de orígenes y facultades divinas de sus gobernantes; así es como nacen el nacionalismo desenfrenado y el chauvinismo extremo. Y la idolatría. Pero en este terreno artificial ¿qué crecerá? No una generación de ciudadanos responsables, sino una nueva hornada de carne de cañón”. l

Con honrosas y conocidas excepciones, el servicio diplomático durante la Era de Trujillo constituyó uno de los peores y más degradantes aspectos del régimen”. 

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