Doce inviernos, de Carmen Andrickson

Toda novela es una construcción literaria de un microcosmos en el que se interna el lector encantado por la magia del novelista hasta familiarizarse con sus ambientes, clima, paisajes y personajes, erigidos sobre la base de vivencias del creador,…

Toda novela es una construcción literaria de un microcosmos en el que se interna el lector encantado por la magia del novelista hasta familiarizarse con sus ambientes, clima, paisajes y personajes, erigidos sobre la base de vivencias del creador, conjugadas con el prodigio de su imaginación. En Doce Inviernos, de la joven escritora Carmen Andrickson, nacida en el municipio de Bonao, provincia Monseñor Nouel, afloran personajes desarraigados, sin la consolidación del espacio convergente donde los protagonistas desarrollan sus improntas como personalidades bien caracterizadas, como exponentes únicos e irrepetibles de la condición humana. Cervantes ubica geográficamente las hazañas de El Quijote en “un lugar de La Mancha”. La sucesión de hechos pintorescos y trágicos de Cien Años de Soledad los encierra García Márquez de manera imaginaria en el poblado de Macondo, que es lo que ocurre con la mayoría de las novelas publicadas por los maestros del género. La autora dominicana arranca su relato con Alex, un joven portugués que espera en su patria europea a la novia que conoció en Quito, capital de Ecuador, hija de padres argentinos. El embrujo del galán luso por la sudamericana se desvanece con el reencuentro en Lisboa, donde se convence de que “ella” no podía llenar los vacíos existenciales dejados por el rompimiento de una relación sentimental anterior.

Aunque la narradora omnipresente que da seguimiento a los diversos escenarios se revela como una periodista dedicada a escribir crónicas de viajes, lo cierto es que más que las descripciones de los ambientes paradisíacos y lúdicos propios de los reportajes turísticos, son más frecuentes en “Doce inviernos” los dramas emocionales de la vida interior, hasta el punto que la misma protagonista debió recibir asistencia psicológica. Los desencuentros entre los personajes, marcados por amores contrariados, podrían sugerir que los “doce inviernos” solo están en los corazones como el de la cronista que dice temer a “entregar mi corazón y no ser correspondida”.

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