No se trata de las coordenadas geodésicas de la República Dominicana; tampoco de sus límites geográficos. Se trata de saber qué ha sido de su desarrollo especialmente en los últimos 20 años; tiempo suficiente en varias naciones del mundo y en distintas épocas para lograr un progreso incuestionable mediante una eficaz dirección y gestión del Estado. Entre los avances de la RD se destacan indiscutiblemente las libertades públicas; lo mismo que la democracia electoral que aun con grandes e inaceptables distorsiones ha superado (al menos) los burdos fraudes del pasado. El sector turismo ha tenido al mismo tiempo un notorio desarrollo.
Si se ve a sí misma (progreso absoluto) es evidente que la RD denote avances, aunque siempre es posible lograrlos hasta en las dictaduras. Si se compara con las demás naciones del mundo (progreso relativo, el verdadero desarrollo), sí podemos dimensionar lo sucedido en los últimos 20 años, sobre todo a partir de la reforma constitucional de 1994 cuando se inició una superior etapa de la vida democrática.
Tomemos de referencia el Índice de Competitividad Global, una de las más respetadas mediciones del desarrollo a nivel internacional. En su versión 2012-13 en algunos indicadores ocupamos honrosos lugares entre 144 naciones. En fortaleza bancaria el lugar 31. En la calidad del transporte aéreo el 41; en el impacto de los negocios en la inversión extranjera, 59; en el desarrollo de clúster, 77; en transparencia en la elaboración de políticas gubernamentales, 69.
Sin embargo en áreas cruciales del desarrollo las posiciones de la RD son decepcionantes. En corrupción ocupa el último lugar, 144. La confianza en quienes tienen la responsabilidad de la seguridad ciudadana, el lugar 142. En calidad de la educación primaria y en educación en ciencia y matemática, 143 y 142. En calidad del suministro eléctrico, 130. En cuanto a la confianza de la población en los políticos ocupa el lugar 138 y aun así prevalece la estabilidad. Agregamos las grandes fallas en políticas de salud.
A partir de 1994 la RD ha tenido el más largo período y la mejor oportunidad de sus 168 años de vida republicana para lograr un incuestionable desarrollo; pero las cifras indican que no se ha conducido el Estado en la dirección apropiada.
La ineficacia y sobre todo el interés de enriquecerse de forma ilegítima ha estado más allá de la función pública como digno servicio a la sociedad, razón de ser de la política como la entendían un hombre y una mujer de la historia nacional -la grande-: Juan Pablo Duarte y Minerva Mirabal.
¡Qué los vientos de cambios conduzcan a la República Dominicana al lugar de honor que merece!
