Un duelo de colosos pone fin al Mundial

¿Quién le roba un beso a Maracaná? / Uruguay no más / Uruguay no más…? Así va la letra que Jorge Drexler, cantautor uruguayo, dedicó a su selección tras la eliminación en octavos contra Colombia y en clara referencia al historiado Maracanazo&#8

¿Quién le roba un beso a Maracaná? / Uruguay no más / Uruguay no más…? Así va la letra que Jorge Drexler, cantautor uruguayo, dedicó a su selección tras la eliminación en octavos contra Colombia y en clara referencia al historiado Maracanazo del ‘50. Lamentablemente para él, la verdad de esas palabras expirará para siempre mañana. Todos los ojos del mundo están puestos sobre Río de Janeiro, donde se jugará la final del mejor Mundial del fútbol moderno en una jornada de balompié dominical que nos espera lista para dar a la historia otro campeón: Maracaná ya se ha puesto el lápiz labial y un nuevo beso llegará con la corona.

¿Los dos equipos que se pelearán por el? Argentina y Alemania. Un clásico del fútbol internacional que, con la de este 13 de julio, se convertirá en la final más repetida de la historia del torneo (tres veces) y que divide su historial de victorias ecuánimemente: Argentina en el ‘86 y Alemania en el ‘90. El resultado del mañana decantará la balanza de los éxitos hacia el lado teutón o albiceleste en un partido que se intuye intenso y al que Alemania llega como favorita.

La gloria del ‘86

Hablar del ‘86 en Argentina es hablar de la felicidad: el Mundial de Diego Armando Maradona. La final contra Alemania, disputada un 29 de junio en el Estadio Azteca de México, queda casi en el olvido, enterrada bajo el impacto y el recuerdo que aquel gol del Pelusa (como le dicen a Maradona) contra los ingleses causó en el mundo futbolístico y en la cultura popular. El relato de Víctor Hugo Morales acompañado por la imagen del Diego sacándose británicos de encima por aquí y por allá hasta completar aquella jugada de todos los tiempos es casi un tesoro nacional. En la final esperaría la Alemania de Beckenbauer, leyenda viviente del fútbol germano, que haría frente a la Argentina de Diego y de Bilardo con Magath, Matthaus, Rummenigge y compañía. El argentino Jorge Valdano ha dicho sobre aquella final que estaba convencido de que la iban a ganar y, efectivamente, así se dio, pero no sin la dosis justa de sufrimiento.
Tras ir ganando 2-0 y cómodos, los sudamericanos dejaron escapar su ventaja rayando el minuto 80: una ráfaga ofensiva de apenas seis minutos veía a Alemania empatar con goles de Voller y Rummenigge.

 En Argentina, por momentos, se temió lo peor. Por muy pocos momentos. Tres minutos después del empate, en el minuto 83, un gol de Jorge Burruchaga devolvería la calma a la población del país de Gardel. Argentina terminaría campeona con Maradona como centro de atención, el pibe de barrio que cumplía su sueño de levantar la copa de campeón y regalar a su escudo una segunda estrella.

La pesadilla del ‘90

Cuatro años después, el destino reunió en Roma a los mismos equipos que disputaron la final en México. El Mundial del ‘90 vio a Argentina pasar por octavos y cuartos con más suerte que gloria mientras que Alemania llegaba siendo de los mejores equipos del torneo.

A pesar de esto, tras una victoria en semifinales contra los anfitriones que vio a los albicelestes hacer su mejor partido del torneo, las esperanzas de poder disfrutar de una final atractiva y goleadora, como la que se dio en tierras aztecas, estaban activamente presentes.

Pero eso quedó lejos de la realidad. La final del ‘90 es recordada como una de las finales más zonzas y aburridas de la historia y habrá que rezar para que la de mañana sea diferente. Las bajas por suspensión que sufría el equipo gaucho (Giusti, Batista, Caniggia entre otros) provocaron que Bilardo planteara un partido extra-defensivo.

El técnico regaló a Alemania el control absoluto del balón y renunció al juego. ¿El resultado? Un partido que rompió récords, sí, pero de los negativos: fue la primera final en la que se expulsó un jugador y la primera final en la que uno de los dos equipos se quedaba sin anotar. La segunda mitad vio a Argentina quedar en inferioridad numérica a causa de una innecesaria y agresiva entrada de Monzón a Klinsmann. De ahí en adelante, lo demás es historia: un penalti inexistente sobre Voller fue convertido por Brehme para el 1-0. Alemania se llevaba una final que, si bien fue decidida por una acción arbitral desafortunada, no quitaba legitimidad a un equipo germano que fue superior no sólo durante la final, sino a lo largo de todo el torneo.

El clásico renovado, Brasil ‘14

Veinticuatro años después, ambos vuelven a encontrarse esta vez en el legendario Estadio Maracaná de Brasil, cuna de leyendas, casa del Flamengo, Fluminense y Botagofo, símbolo eterno del fútbol carioca para bien y para mal.
El encuentro llega marcado principalmente por dos cosas: la primera, la goleada histórica por 7-1 que propinaron los germanos a Brasil en semifinales; la segunda, el regreso de Argentina a las últimas fases del Mundial, superando 24 años después una barrera de cuartos de final que llevaba tiempo acomplejando a un país que, por urgencia histórica y cultura futbolística, añoraba la vuelta al escenario principal del fútbol.

Alemania ha tenido mucho que ver con el último tercio de esa ausencia: Argentina fue eliminada por los teutones en los últimos dos mundiales. Esto puede marcar el partido: los argentinos pueden salir achicados por el peso de tener en frente a sus verdugos de los últimos ocho años o motivados por la misma razón, en busca de venganza y de revolución.

Por su parte, el equipo alemán no puede llegar mejor. Tras ligeros retoques a su alineación en cuanto a lo que se vio de fase de grupos hasta cuartos de final, el dirigente Lowe parece haber dado con la tecla, maximizando la efectividad y la vistosidad de su conjunto. A pesar de esto, sería falso decir que los germanos llegan sin pesadumbres psicológicas a la final. En los últimos dos Mundiales han terminado con la medalla de bronce y, siendo la selección con más subcampeonatos del torneo (4), su estatus de ‘eterno segundón’ ha llegado a pesarles muchísimo. Esta generación alemana es excepcional: Kroos, Müller, Ozil, Hummels, Gotze anda deseosa por quitarse de encima esta fama. Pero la verdad es que Argentina no es la única que tiene necesidades históricas.

Aún teniendo en cuenta que Alemania tiene más calidad línea por línea que Argentina, tampoco se puede olvidar que esta Alemania es un equipo que a veces puede resultar inestable: te puede golear a Portugal 4-0 para empatarte contra Ghana 2-2 en el próximo partido.

Por más historia que haya hecho en semifinales, puede que exista algo contraproducente en esa goleada por 7-1; llegar arropado de elogios no es lo mismo que llegar en tensión máxima, como lo hará Argentina. Además, está también el aliciente extra para los albicelestes de tener ante ellos la posibilidad de éxito más morbosamente deliciosa de toda su carrera futbolística: coronarse campeones del mundo en la tierra del eterno rival. Sin duda que eso pesará.

Lionel Messi se puede unir a las leyendas

La verdad del caso es que si Alemania logra hacer su juego, por calidad pura en individualidad y colectivo, lo normal sería que se coronara. Pero siempre existe la posibilidad de un chispazo definidor y cambia-historias de ese genio del fútbol conocido como Lionel Messi. De levantar la Copa mañana, su sitio al lado de Di Stéfano, Maradona, Pelé y Cruyff sería casi indiscutible. Lo que es más, de liderar la victoria en tierras enemigas hasta la consecución del Mundial en el Maracaná, la ocasión podría llegar a ser tan o más significativa históricamente que el 7-1 que Alemania endosó a los brasileros. Por algo, apenas un par de días después de tragarse siete goles alemanes, la mayoría de los periódicos y revistas brasileñas mostraban en sus portadas un apoyo incondicional a la causa alemana. ¿Será como en el ‘86 o como en el ‘90?

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