Una de las virtudes dominicanas es la solidaridad. Lo hemos demostrado siempre, pero a veces, para que se exprese, debe surgir una voz, alguien que la estimule y la aliente.Cuando hablamos de solidaridad en este momento tenemos la mente y el corazón puestos en Ecuador, en la región de Pedernales o en la costa del Pacífico que fue destructivamente estremecida por un voraz terremoto que derrumbó edificios, viviendas y hasta provocó hundimientos y zanjas descomunales en la tierra. Más de 700 víctimas fatales, y con ellas una secuela de penurias de los heridos y los más de 350 mil damnificados.
Ver las imágenes que difunde un vídeo de Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en el que se presenta ese cuadro de dolor, obliga a que los dominicanos de buena voluntad piensen en los niños y adultos que sufren en estos momentos en Ecuador.
El desastre ocurrió el 16 de abril, pero cada día que pasa sus consecuencias se agravan, y siendo así, debemos extenderles la mano. Más allá de la solidaridad emocional, falta apoyo material.
Es verdad que una brigada dominicana acudió a auxiliar en medio de la emergencia, pero falta agua, medicina, comida y alojamiento.
Hasta el derrumbe de los precios del petróleo, Ecuador avanzaba bajo el impulso de una economía floreciente. Hoy ese panorama ha cambiado radicalmente y el saldo de la destrucción plantea retos muy difíciles para un gobierno que más o menos lo había hecho bien.
Reconstruir prácticamente toda Pedernales, Manta, Portoviejo, Muisne y otras zonas de Guayaquil, cuesta demasiado.
Los ecuatorianos están en una situación crítica. Necesitan nuestro apoyo.
¿Quiénes se animan a organizar una campaña activa contributiva por los que pasan por esta mala hora en ese pueblo hermano?
Es tiempo de pensar, vivir y acompañar a Ecuador.
