El narcotráfico no perdona

Desde el momento en que cuatro sicarios lo desmontaron de la yipeta a punta de escopeta, luego de perseguirlo por la avenida Jacobo Majluta, Dagoberto Veloz Guerra, alias “Colabito”, supo que su vida llegaba al final.

Desde el momento en que cuatro sicarios lo desmontaron de la yipeta a punta de escopeta, luego de perseguirlo por la avenida Jacobo Majluta, Dagoberto Veloz Guerra, alias “Colabito”, supo que su vida llegaba al final.

La víctima sabía, y así se lo hizo saber días antes a sus familiares más cercanos, que pagaría con la muerte la deuda de 20 millones de pesos que le cobraba  un grupo de antiguos socios del narcotráfico.

Incluso, los sicarios no sólo les amenazaban por todos los medios a su alcance, sino que hasta se atrevieron en una ocasión a irrumpir en su propia casa y golpear a un haitiano que fungía como seguridad del inmueble, en señal de una seria advertencia.

Pero “Colabito”, sindicado como pieza clave del cartel de Cali en República Dominicana y hombre ligado  a César Nicolás, alias “El Pastor”, y quien fue extraditado por narcotráfico en 1991 a los Estados Unidos, aparentemente quiso jugar al “gato y al ratón” con sus ex-aliados del crimen organizado.

De hecho, era un hombre curtido en el trasiego de drogas que en lanchas rápidas son introducidas desde Colombia al país a través del litoral Sur, principalmente entre Barahona y Pedernales. Con anterioridad a Bienvenido Guevara Díaz, alias Maconi, extraditado en el 2009 a Estados Unidos, “Colabito” fue apresado por un cargamento de 1,316 kilos de cocaína en 1997, pero de una condena de 20 años sólo cumplió siete.

Los bienes adquiridos por las operaciones del narcotráfico nunca los puso a su nombre, sino que utilizaba a terceros, principalmente a hermanos de crianza, porque “Colabito” fue uno de los tantos hijos adoptivos de Luz Saldaña, una rica abogada que vivía en una mansión en el kilómetro 8 y medio de la carretera Mella y que en su ancianidad se dedicó a “recoger muchachos pobres” y a educarlos en el colegio masónico del sector de Villa Faro.

Sin embargo, “Colabito” despilfarró su herencia a los pocos años de la muerte de la abogada de los predios de Alma Rosa, propiedad del acaudalado Augusto Chotein, y con el tiempo incursionó en el negocio de las drogas, previo a sus andanzas en el bajo mundo en Nueva York, donde se estrenó en el crimen organizado.

Fue cuando conoció a César Nicolás, a Maconi y a Luis Tejada Reynoso, entre otros vinculados al cartel de Cali en el país, y así volvieron los buenos tiempos de su niñez protegida.

Con dos perros Pitbull en la casa y una vigilancia armada, “Colabito” minimizó, al parecer, las veladas amenazas de muerte que recibía y el poder de alcance de sus enemigos, quienes no sólo se dedicaron a estudiar sus movimientos, sino que redoblaron esfuerzos por consumar el crimen cuando se enteraron de que había delatado el cargamento de 1,098 kilos encubiertos en 91 paquetes que decomisó la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) en un allanamiento realizado en una vivienda del residencial Melissa, ubicado en la calle Club de Leones del ensanche Alma Rosa, en Santo Domingo Este.

La droga habría sido traída al país por el litoral Sur en una lancha rápida y su destino final era Europa y Estados Unidos, para lo cual se reclutaban “mulas” que la transportaban en el estómago, de acuerdo a los interrogatorios practicados a Modesto Lantigua, alias El Gordo, quien confesó que su vivienda había sido convertida en un centro de acopio de los cargamentos de cocaína del cartel de Cali.

El fracaso de la operación fue atribuido a un “chivatazo”. Los investigadores policiales manejan la hipótesis de que la reacción de quienes resultaron perjudicados con la captura de la droga fue la de consumar las amenazas contra “Colabito”, porque Tejada Reynoso, sindicado como la persona que contrató a los sicarios, tenía la sospecha de que la víctima había sido quien hiciera la delación.

Partiendo de esa posibilidad, “Colabito” buscaba deshacerse de sus enemigos y liberarse de la persecusión de que era objeto. Empero, las cosas no le salieron como aparentemente las tenías previstas, porque sus acreedores se sintieron doblemente engañados.

Hay quienes aseguran, tomando en cuenta otra hipótesis de la investigación, que el alijo de droga incautado en el ensanche Alma Rosa no necesariamente guardaba relación con el asesinato, lo que sería establecido cuando concluyan las pesquisas que, sin embargo, han encontrado más de un inconveniente, siendo el principal de ellos la escasa colaboración de los familiares de la víctima.

En este aspecto los investigadores entienden que la familia esquiva que los bienes del narcotráfico de la víctima sean detectados durante el transcurso de las pesquisas o de que en el ánimo de los afectados se incube la idea de la venganza.

En consecuencia, ningún detalle se descarta de este crimen que por todas partes muestras las garras del narcotráfico.

Además de Tejada Reynoso, los investigadores de Homicidios de la Policía han solicitado a un juez de la jurisdicción de la provincia Santo Domingo orden de arresto en contra de otras cuatro personas, las cuales se presume que fueron los sicarios que participaron en el trabajo sucio de ubicar, perseguir y dar muerte de manera cruel a “Colabito”, cuyo cadáver tuvo que ser envuelto en una bolsa plástica y luego metido en un ataúd debido a lo desfigurado del rostro y otros daños colaterales.

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