El nuevo modelo regenera internos

Internos de los centros de Corrección y Rehabilitación del Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria afirmaron que su vida ha cambiado después que asisten al programa educativo y de producción que se aplica en las distintas cárceles.

Internos de los centros de Corrección y Rehabilitación del Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria afirmaron que su vida ha cambiado después que asisten al programa educativo y de producción que se aplica en las distintas cárceles.

La politóloga Rosario Espinal narró su experiencia tras una visita a las instalaciones donde funcionan los centros Najayo Hombres y Najayo Mujeres.

Señala que cuando fue al penal de los hombres, que funciona bajo el modelo tradicional, creyó que estaba en las puertas del infierno.
Tras las verjas de los catorce centros de corrección y rehabilitación que funcionan en el nuevo sistema penitenciario se esconden grandes historias de vida que podrían servir de insumo a muchos escritores.

Sólo basta recorrer los pasillos de esas prisiones para darse cuenta de que ninguno de  los internos se avergüenza de confesar los delitos que los llevaron a esos recintos, y la forma en que los programas de regeneración de los centros han incidido en ellos.

Alberto García Vargas, un condenado a diez años por robo a mano armada paga su pena en el centro La Isleta de Moca, y señala que solo mira el pasado para reflexionar. Visiblemente emocionado describe como un gran milagro lo que ha pasado con su vida.

“Aquí tuve una experiencia grande, porque desde hacia 15 años había perdido a mi familia, por los delitos que cometía, y gracias a Dios y a este centro mi papá, mamá, y una hermanita a la que no conocía me visitaron y se reconciliaron conmigo”.

Muchos de ellos ya estaban purgando condenas detrás de los fríos barrotes de las celdas de distintas prisiones tradicionales del país, donde según afirman vivían  un triste y sombrío panorama que les mantenía en un círculo vicioso, de corrupción y reincidencia.

No tenía tiempo para pensar

Ronilio García, un hombre de 30 años, fue uno de los primeros en ser trasladados de la cárcel 2 de Mayo a La Isleta de Moca, donde  afirma fue víctima de torturas y extorsiones.

“En la otra cárcel no tenía tiempo de pensar en nada, solo de cuidarme para que no me maten, pero ahora ya sé leer y estoy haciendo varios cursos”, comentó.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas