Electricidad

Cuando en la gestión del presidente Leonel Fernández se decidió reformar el sector eléctrico con el sistema de capitalización, la entonces CDE era estatal, mientras que existían algunas plantas privadas conocidas como IPP.En ese…

Cuando en la gestión del presidente Leonel Fernández se decidió reformar el sector eléctrico con el sistema de capitalización, la entonces CDE era estatal, mientras que existían algunas plantas privadas conocidas como IPP.

En ese momento (1999) con apagones y precariedades, el subsidio del Gobierno al sector eléctrico era de 205 millones de pesos mensuales (12 millones de dólares a una tasa de 17×1 en ese entonces). Hoy en día el servicio ha mejorado un poco, pero no tanto si se compara con el costo que esa mejoría representa para el país, unos 125 millones de dólares mensuales (5,375 millones de pesos a la tasa actual de 43×1).

En 14 años, el gasto mensual del subsidio eléctrico se multiplicó por 10 en dólares y por 26 en pesos. Eso es sencillamente insostenible.

Pero además, no sirvió de mucho. Las distribuidoras eléctricas Edenorte, EdeSur y EdeEste volvieron a propiedad del Estado, con el agravante de que hubo que recomprarlas a un costo excesivo. Las generadoras Haina e Itabo son, supuestamente, propiedad del Estado en un 50%. Digo supuestamente, porque no se conocen informes confiables y fidedignos sobre las operaciones de esas dos empresas y la parte que en acciones y ganancias corresponde al Estado.

Las áreas hidroeléctricas y de transmisión siguen siendo propiedad del Estado. Es decir, que la capitalización, en términos prácticos, sólo ha servido para aumentar las ganancias de los pocos inversionistas que se han atrevido a arriesgar capitales en el área de generación, mientras que ha incrementado de manera exorbitante los gastos del Estado para cubrir el subsidio.

Desde hace más de una década se escucha a los funcionarios del sector eléctrico nacional hablar de que las pérdidas en el sector son de 35%, entre pérdidas por energía no facturada y energía facturada que no se cobra, pérdidas técnicas y otras justificaciones. Pero resulta que por más inversiones y “gastos” en el sector energético nacional, ese 35% de pérdidas no baja, sigue siempre igual, como si no se evolucionara hacia la eficiencia con el paso de los años.

¿Propuestas de solución? Muchas. ¿Acciones efectivas? Pocas. ¿Voluntad política? Ninguna.

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