Elogio del trabajo productivo

Con justeza debo señalar que los sucesivos gobiernos del PLD han traído a la escena pública a tres magníficos Ministros de Obras Públicas: Diandino Peña, Víctor Díaz Rúa y Gonzalo Castillo. Dueños de estilos diferentes, es cierto, si bien…

Con justeza debo señalar que los sucesivos gobiernos del PLD han traído a la escena pública a tres magníficos Ministros de Obras Públicas: Diandino Peña, Víctor Díaz Rúa y Gonzalo Castillo. Dueños de estilos diferentes, es cierto, si bien los tres poseen una idéntica y vigorosa eficacia y una coincidente visión de progreso.

Con Diandino Peña, quien ejerciera la función de 1997 al 2000, se inician los magnos trabajos de infraestructura vial que, de un modo u otro, han permitido la sobrevivencia del flujo de vehículos en una ciudad que, en los últimos 20 años, ha triplicado la matrícula de su parque vehicular. Las realizaciones de Víctor Díaz Rúa, Ministro en el período 2006-2012, multiplicaron el número de obras de infraestructura en el gran Santo Domingo y, al mismo tiempo, elevaron la categoría e incrementaron la extensión de nuestra red de carreteras en prácticamente todo el territorio nacional.

Gonzalo Castillo, en los días que corren, impone una visión novísima en el ejercicio del Ministerio de Obras de Públicas. Aparte de impulsar con denuedo el tipo de realización trascendental que tipificó la gestión de sus antecesores, Gonzalo ha introducido aspectos humanos, asistencias y prestaciones de servicios nunca antes pulsados en la historia del cargo.

En este período (2012-2016) se concluyeron grandes obras iniciadas anteriormente, vitales para el desarrollo socioeconómico de la nación: la carretera de San Pedro de Macorís a La Romana, la circunvalación de La Romana, el Boulevard Turístico del Este, la carretera de Uvero Alto a Miches y Sabana de la Mar, la circunvalación Norte de Santiago. Asimismo, la gestión de Gonzalo Castillo cubre la ejecución de proyectos trascendentes, como la circunvalación de Santo Domingo, las soluciones de tránsito del Corredor Duarte 2 y un fructuoso conjunto de autopistas, carreteras y puentes equilibradamente repartido en la anchura del país.

Aunque hay dos aspectos que visiblemente caracterizan el paso de Gonzalo por el Ministerio de Obras Públicas. En primer término, su casi obsesiva decisión de mejorar las condiciones físicas de la vialidad de Santo Domingo: el pavimento, las aceras y contenes, las vallas de protección, los pasos peatonales. De igual manera, su empeño metódico por adecuar las señales y los dispositivos de control y ordenamiento del tránsito: los semáforos, los retornos operacionales, los carriles especiales para giros. Esto así, además de recobrar en la práctica del quehacer público una función por largo tiempo olvidada, o acaso la práctica de un arte desdeñado: el cuidado de la estética y del ornato citadinos.

Como segundo rasgo destacable, cabe citar que en su actuación pública ha incorporado el concepto de servicio, asociado a las tareas de administración del sistema vial. Existen ahora flotillas de vigilantes, adscritas al Ministerio de Obras Públicas, que auxilian y protegen a los viajeros en los trayectos de mayor afluencia de vehículos.

Desde otra perspectiva, vale también realzar la creación del Fideicomiso RD-Vial, una útil entidad en la que concurren el Banco de Reservas y el Ministerio de Obras Públicas. A través del RD-Vial se administra la recaudación del peaje y de igual manera la ejecución de los trabajos para la conservación física de las carreteras adscritas al fideicomiso. La ampliación futura de los horizontes recaudatorios del RD-Vial, sin ninguna duda, generará muy altos beneficios en lo tocante a la sostenibilidad financiera y técnica de nuestra red de transportación terrestre.

Sin más preámbulos, cabría entonces la pregunta, a modo quizá de un somero atisbo de lo que pudo ocurrir: ¿Imagina usted la ciudad capital sin los distribuidores de tráfico que estos tres ministros ejecutaron a lo largo del expreso 27 de febrero, en las intersecciones con las avenidas Máximo Gómez, José Ortega y Gasset, Tiradentes, Abraham Lincoln, Winston Churchill, Doctor Defilló, Carmen Mendoza de Cornielle, Núñez de Cáceres y Privada? ¿O acaso alguien ha de vislumbrar cómo circularía el flujo diario de más de 125 mil vehículos que se mueve en el expreso John F. Kennedy, sin la existencia de los viaductos erigidos en los cruces de las avenidas Máximo Gómez, Tiradentes, Lope de Vega, Abraham Lincoln, Winston Churchill, Doctor Defilló, Núñez de Cáceres, Manoguayabo y Monumental?

El recuerdo de quienes han transitado por una función pública suele deshacerse en la niebla de la amnesia colectiva. Muy pocos conservan en la memoria los nombres de aquellos individuos que llevaron adelante e hicieron posible la materialización (a rajatabla, muchas veces) de obras que amueblan y hacen habitable y digna la ciudad.

No pretendo consignar aquí el inventario de los hazañosos ejecutores que dejaron su huella en este solar cinco veces centenario. Tan solo me anima el propósito de reconocer un ahínco, una ferviente pasión que comparten tres individuos; tres amigos a quienes me une la experiencia de una función pública, tanto como la honrosa obligación de hacer materia sólida los ensueños colectivos de progreso.

Que sirvan estas frases, así, como un reconocimiento genuino al trabajo tenaz y a la invencible voluntad de tres ciudadanos, cuyos méritos registran ya los folios memoriosos de esta ciudad inveterada. 
___________________________________El presente escrito aparece, con el rótulo de ’Firma Invitada’, dentro del libro de Memorias 2012-2016 del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones de la República Dominicana.

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