El embriagante poder

Nada desnuda más el alma, hasta los huesos, que el poder, esa embriagante droga que adormece la conciencia y desata las pasiones, especialmente…

Nada desnuda más el alma, hasta los huesos, que el poder, esa embriagante droga que adormece la conciencia y desata las pasiones, especialmente las bajas. Personas solidarias, atentas, afables, se tornan prepotentes, descaradamente insultantes. Comienzan a sentirse atacados por enemigos, al extremo que sus viejos amigos los empaquetan en el pordiosero club de los pedigüeños. Los celos en torno a sus nuevas “facultades” los hacen irascibles a todo, y ese todo debe estar debajo de su influjo, de lo contrario, lo desautorizan. Y sus errores son errores del país. Ese temperamento recorre el poder público, de arriba abajo, sin importar rango. Esos jefes de la nada se olvidan de que su poder es un estado de transición, no siempre tan largo.

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