Empieza por casa

Es costumbre de muchas personas hacer revisión de cómo está su salud física periódicamente. Sin embargo, en lo que se refiere a poner atención a cambios o conductas no adecuadas en los miembros de la familia, parecería como si no fuera necesario.&#

Empieza por casa

Es costumbre de muchas personas hacer revisión de cómo está su salud física periódicamente; algunos, cada seis meses; otros, una vez por año; y, en el caso de los niños, al inicio del año escolar. Si

Es costumbre de muchas personas hacer revisión de cómo está su salud física periódicamente. Sin embargo, en lo que se refiere a poner atención a cambios o conductas no adecuadas en los miembros de la familia, parecería como si no fuera necesario. Los problemas en salud mental, por lo general, a diferencia de lo anterior, no solo son pasados por alto y descuidados, sino evadidos.

Siempre ha existido en sociedades como la nuestra un prejuicio generalizado en aceptar y decidir ir a un especialista de salud mental; dependiendo del tipo de problema, a un psiquiatra o a un psicólogo. Esta predisposición trae como consecuencia que, trastornos de conducta que empiezan pequeños, vayan produciendo un deterioro en la misma. El tema principal de conversación en estos momentos, en cualquier lugar donde asistimos, es la narrativa de alguna situación de violencia, siendo la de tipo intrafamiliar una de las más comunes, ya no de manera aislada o recibido a través de un medio de comunicación, sino que cualquiera de nosotros, o la ha vivido, o le ha tocado saber de conocidos envueltos en dichos eventos.

¿Qué pasa?, ¿Qué hacer? Es necesario para combatirla empezar desde nuestras familias a tomar en serio y darle carácter a condiciones del cónyuge y de los hijos que no corresponden a lo que adecuadamente debería ser. En algo tan esencial como mantener respeto mutuo entre los miembros y, más aún, importantizar cuando dentro de la misma empiezan los “amagos” o intentos de agresividad. Casi siempre comienza verbal, con malas palabras, tonos descompuestos, a lo que tanto padres como hijos se van “acostumbrando”, de forma tal que asumen la posición de “no le hagas caso”, por ejemplo, “que papá es loco”. Y tanto ellos como vecinos y allegados toman estas actitudes como normales; a punto de que los que están cerca suelen decir: “No me meto, porque ellos pelean entre sí y luego todo está bien”. Es importante accionar desde que se noten los primeros hallazgos de agresión, y buscar las orientaciones necesarias y las medidas que lleven a los involucrados a entender que verdaderamente hay problemas.

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Es costumbre de muchas personas hacer revisión de cómo está su salud física periódicamente; algunos, cada seis meses; otros, una vez por año; y, en el caso de los niños, al inicio del año escolar. Sin embargo, en lo que se refiere a poner atención a cambios o conductas no adecuadas en los miembros de las familias, parecería como si no fuera necesario.Los problemas en salud mental, por lo general, a diferencia de lo anterior, no solo son pasados por alto y descuidados, sino evadidos. Siempre ha existido en sociedades como la nuestra un prejuicio generalizado en aceptar y decidir ir a un especialista de salud mental; dependiendo del tipo de problema, a un psiquiatra o a un psicólogo. Esta predisposición trae como consecuencia que, trastornos de conducta que empiezan pequeños, vayan produciendo un gran deterioro en la misma.

El tema principal de conversación en estos momentos, en cualquier lugar donde asistimos, es la narrativa de alguna situación de violencia callejera, intrafamiliar, entre vecinos, a niveles jamás imaginados, los cuales se ven, ya no de manera aislada o recibido a través de un medio de comunicación, sino que cualquiera de nosotros, o ha vivido, o le ha tocado saber de conocidos envueltos en dichos eventos. ¿Qué pasa? ¿Qué hacer?

De los últimos sucesos, específicamente el ejecutado en el parqueo de un residencial de clase media y alta, fue, más que penoso, preocupante, en vista de cómo estamos expuestos sin importar el lugar o clase social.

Es necesario empezar desde nuestras familias a tomar en serio y darle carácter a condiciones del cónyuge y de los hijos que no corresponden a lo que adecuadamente debería ser. En algo tan esencial como mantener respeto mutuo entre los miembros y, más aún, importantizar cuando dentro de la misma empiezan los “amagos” o intentos de agresividad.

Es importante accionar desde que se noten los primeros hallazgos de agresión y buscar las orientaciones necesarias y medidas  adecuadas que lleven a los involucrados a entender que verdaderamente hay problemas.

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