¿Entresijos de la dominicanidad?

Acompañada de “una pareja de amigos haitianos” [1] que la acompañaron al Santiago cibaeño en 2005 para compartir con ella”… “aquel viaje iniciático por los entresijos de la dominicanidad” [2], que con preconcepciones así confesadas,&#8230

Acompañada de “una pareja de amigos haitianos” [1] que la acompañaron al Santiago cibaeño en 2005 para compartir con ella”… “aquel viaje iniciático por los entresijos de la dominicanidad” [2], que con preconcepciones así confesadas, hicieron todos por el Centro Cultural León, del Santiago cuna de nuestra nacionalidad, para hallar mentiras.

Ningún estudiante de la historia de esta isla tiene derecho a ignorar las diferencias y similitudes históricas, culturales; mucho menos los apoyos que ambos pueblos y sus gobiernos han entregado a las causas de soberanía e independencia del vecino, porque solo las subjetividades del extranjero, pueden tener dudas del valor que mutuamente nos debemos del apoyo a nuestras soberanías.

Pero hay recuerdos nefastos que son usados por los enemigos de nuestras nacionalidades para dividirnos. Para que el apoyo mutuo cese y nos convirtamos en enemigos irreconciliables. Curiosamente, por errores que ambos reconocemos, y para que nuestros errores se conviertan en causa de división, exclusión, rechazo y conflicto, en vez de motivo de negociación y defensa isleña.

La haitiana es nación heróica de la historia humana. La de pueblo capturado en continente lejano para satisfacer ansias de poder económico de la Europa que se topó con este continente cuando creía andar en camino hacia Asia, continente bello y lleno de los recursos escasos allá.  Así nos llenamos de naciones imperialistas que buscaban someter a pueblos para robarles riquezas esclavizando al otro hombre. Y de un rector universal que se percibía con derecho divino para someter a su autoridad a toda la humanidad “infiel”, y quien al entregar a Iberia la propiedad del mundo desconocido en Europa, desató el infierno de la concepción del derecho de cada reino de robar al otro hombre, que para permanecer como hombre tenía que adoptar su sistema, o morir. Afirmo que con ninguna nación Americana tiene Haití más concordia étnica que con la República Dominicana, siempre de mayoría mulata desde el siglo XV. Afirmo que los defensores de la isla después de Osorio eran los cibaeños, no el gobierno español. Afirmo que no somos enemigos de Haití. Al contrario, agradecemos sus ayudas en favor de la nacionalidad dominicana.

Somos ala del mismo ave. Del ave que con Montesinos escuchó la proclamación de la injusticia imperial y de la proclamada en París en 1789, al mundo, dando fin al absolutismo. Solo podemos ser socios de Haití. Nunca enemigos.
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[1] [2] Teresa Cañedo-Argüelles, CEEIB, Universidad de Alcalá (Madrid), “Sobre la Identidad Dominicana, 2006”. p. 1.

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