La era sumergida VI

Cuando la corona española ordenó la eliminación de naos enemigas de España de las costas oeste y norte de la Española, se produjo el tercer trauma social de nuestra historia. El primero, que suplantó la sociedad taína por la española, sucedió&#82

La era sumergida V

Mi vecino adolescente me aborda en el colmado, -don Marcos, su artículo ‘tubo kul’, pero no sé de cuándo habla, ¿es de Osorio? -No, mi hijo, respondo, es tema anterior a las devastaciones. -Explíqueme, don Marcos. -Mostraba a un comerciante&#8230

La era sumergida IV

La simbiosis entre navegantes franceses, holandeses e ingleses, y la abandonada sociedad de la Española sobrevino como natural consecuencia de la impreparación de la corona española, y del conquistador, para enfrentar las nuevas realidades. España&#82

La era sumergida II

Desde cuando asistí a la escuela secundaria, la lectura de textos de historia nacional me dejaba siempre como experiencia, ya descubrir que la narrativa de un autor contradecía la exposición de otros historiadores respecto de los mismos hechos,…

Cuando la corona española ordenó la eliminación de naos enemigas de España de las costas oeste y norte de la Española, se produjo el tercer trauma social de nuestra historia. El primero, que suplantó la sociedad taína por la española, sucedió porque las enfermedades europeas, el rudo trabajo y la no aceptación por los nativos del orden social que les fue impuesto, aniquiló su sociedad, dejando a los españoles sin brazos para proseguir su colonización.

Por eso, quienes mejor equipados estaban para aprovechar sus riquezas personales y desarrollar los recursos del país, en vez de buscar nuevo paradigma para construir una nueva sociedad que los implicara en lo personal, prefirieron abandonar la isla y mantenerse centrados en misión aventurera, produciendo tan grande ausencia el segundo trauma social, que deja en la colonia a quienes carecían de recursos para migrar, una enorme cantidad de ganado y una incipiente industria azucarera. Nos toca, amables lectores, hacer aflorar nuestro sentir para integrarlos al tema que nos obliga a recordar la situación de la época. La máxima autoridad colonial, administrativa, militar, policial y judicial recaía en alguien con títulos de Capitán General, Gobernador y Presidente de la Real Audiencia, quien de la Corona española recibió el mandato de eliminar todo comercio exterior que no fuera con Sevilla y, de la Santa Inquisición, el de terminar la contaminación religiosa. La solución: eliminar los poblados contrabandistas, obligando su población a asentarse en nuevas villas cercanas a Santo Domingo.

Además del rol de máxima autoridad, el de Osorio, hay otros. Están el del mercader extranjero desplazado, y otros locales; el de hacendado, productor agrícola; el de hatero, productor ganadero, y el industrial, productor azucarero. En común compartieron haber perdido a su suplidor de materiales o de mano de obra, su mercado de Sevilla y, ganado del contrabando nuevos suplidores y mercados externos.

Sabemos lo que pasó: Osorio cumplió el mandato de la monarquía con sus devastaciones y con la fundación de Bayaguana y Monte Plata y nos condujo hacia un nuevo orden social. Creo que podemos mejor entender el camino de nuestra historia en su trayecto hacia el próximo trauma social, que nos entrega la pérdida de hecho de parte importante del recurso geográfico y territorial, así como de otros muchos causados por múltiples incursiones de corsarios y piratas, prosiguiendo con este ejercicio de asunción de rol.

Procedamos, pues, a discutir en las redes sociales entre amigos, cada quien con sus propios argumentos y planteamientos, y conmigo, por facebook, gmail, o elCaribe, para entender mejor tanto lo que fue como lo que pudo ser.

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Mi vecino adolescente me aborda en el colmado, -don Marcos, su artículo ‘tubo kul’, pero no sé de cuándo habla, ¿es de Osorio? -No, mi hijo, respondo, es tema anterior a las devastaciones. -Explíqueme, don Marcos. -Mostraba a un comerciante importador y exportador, rico para la época, que sentía menguadas sus ganancias desde cuando España sacó a Santo Domingo de la ruta de su flota. Su problema era el de todos los comerciantes como él. Tenían que decidirse entre respetar la ley que obligaba hacer comercio exterior solo con Sevilla, o violarla iniciando negocios con barcos mercantes de países enemigos de España. Las consecuencias anticipadas de las decisiones iban desde convertirse en pobres de solemnidad, acatando la ley, a sostener el estatus de rico, violándola.

-Primero explíqueme, ¿qué significa ‘nosotros trocamos’? -Eso señala que puedes pagar tus compras entregando cosas en vez de dinero. -Ya entiendo, gracias: “Yo creo que un gobierno que haya abandonado así al pueblo y sus instituciones merece que se le traicione hasta con la toma de las armas para ayudar a sus enemigos a derrotarlo”. ¿Es traición? Fue conducta de seres humanos abandonados a su suerte por la corona española, que no solo sobrevivió, también progresó, haciéndose suplidor y cliente de naves mercantes independientes que surcaban las costas nacionales buscando negocios. De ellos adquiríamos, principalmente por trueque, todo tipo de mercancías europeas, desde pescado salado hasta géneros y herramientas, pasando por frutos de mar y tierra, y libros.

En plaza nada de eso había, así que las autoridades administrativas de la colonia estaban obligadas a hacerse de la vista gorda o a actuar en consonancia con el mandato de la monarquía. Durante décadas se produjo progreso importante porque las naos de comercio libre casi siempre adquirían cuanto había sido acumulado para la exportación y entregaban a cambio mercancías no existentes en los depósitos de comercio tradicional.

Jengibre, añil, palo brazil, cacao, tabaco, cueros, sebo, carne ahumada y otras cosas, eran producidas por trabajo colonial para vender por moneda extranjera aceptable o para trocarlas por artículos requeridos en la isla, con la complicidad de autoridades municipales, el respaldo de armas y cañones enemigos, y el ataque de autoridades coloniales. Los pueblos costeros se llenaron de contrabando y hasta permitieron al enemigo celebrar actos religiosos propios de otra fe. Decidió la corona española desalojar y destruir a los principales violadores: los de las costas norte y oeste. Es a ese desalojo y destrucción que llamamos “las devastaciones de Osorio”. Continuará.

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La simbiosis entre navegantes franceses, holandeses e ingleses, y la abandonada sociedad de la Española sobrevino como natural consecuencia de la impreparación de la corona española, y del conquistador, para enfrentar las nuevas realidades. España estaba atrasada en el desarrollo económico-comercial, aunque expulsó de su territorio a la clase social que de eso sabía, y el asiento monárquico se situaba lejano y ausente de sus autoridades administrativas coloniales.

Cuando Santo Domingo dejó de ser parada de la Flota de Indias y su población aventurera masivamente emigra hacia nuevas tierras descubiertas en tierra firme, los productores perdieron su mercado y los comerciantes sus suplidores.

Para ambos, la oportunidad de transigir con La Casa de la Contratación de Sevilla, absurdo monopolio establecido cuando España era insignificante exportador y productor agrícola e industrial, sin capacidad para adquirir insumos desde América para su industria ni para suplir mercados en América y Europa.

Con esa pérdida de comerciantes y productores, y la falta de la subvención llamada el situado, disminuyó progresivamente el circulante, ese constructo conceptual cuyo cambio de volumen real produce efectos hacia el progreso o la depresión socio-económica, que torna en desconcertante la vida.

Imagínese, al frente de un negocio suyo que importa bienes de consumo y otras cosillas, y exporta pieles secas, carnes ahumadas y sebo. Imagine más, que quien le vende y le compra es la misma entidad, y que le hace dos visitas por año, para venderle lo que quiera usted, y comprarle lo que él necesite. Imagine más, que pasaron dieciocho meses de su última transacción con tal entidad.

Frente a esa situación decide usted quedarse vigilante bajo una sombrilla en la calzada frente a su negocio desde donde puede observar desde lejos el tráfico marítimo hacia el muelle, y dormir en la habitación que usa en sus viajes de importador-exportador.

Su pensamiento le dice que todo está bien. Tiene como existencias de exportación una enorme riqueza, pero ya nada le queda para vender a sus clientes locales. Sabe que en su casa hay café, cacao, tabaco, yuca, batata, plátanos, ajíes de distintos tipos, cilantros, gallinas, guineas, palomas, cerdos, reses, carneros, chivos, caballos, y control sobre una cantidad considerable de terrenos para producir tales riquezas.

Al fin, a lo lejos se vislumbra una flota extraña y mientras los demás huyen,  usted espera. Y la flota llega. Desembarca y usted la recibe solo en el muelle.

Vendemos y compramos, le dice uno que baja desde la nao al muelle; si necesita algo no necesita dinero. Nosotros trocamos. ¿Qué haría usted?

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Desde cuando asistí a la escuela secundaria, la lectura de textos de historia nacional me dejaba siempre como experiencia, ya descubrir que la narrativa de un autor contradecía la exposición de otros historiadores respecto de los mismos hechos, o confirmar que la falta de fluidez del discurrir histórico terminaba cambiando la composición social del momento iniciándose así un nuevo orden social.

De esa forma, la enorme superioridad armamentista de los invasores europeos suplanta la sociedad comunera de las tribus arahuacas que habitaban nuestra isla de Haití, con varios lenguajes indígenas aunque con mitologías y simbologías mágico-religiosas similares, por un nuevo orden social al tope de cuya estructura estaban los conquistadores, mientras los aborígenes actuaban como esclavos de hecho, como espectadores de la rápida y progresiva desaparición de sus culturas.

Luego de que el invasor trasplanta su cultura a la isla, se convierte ésta no solo en puente para la conquista de las demás islas y de tierra firme, sino también en principal centro administrativo, educativo, comercial, judicial, logístico, etc., desde el cual, a nombre de la corona de Castilla, se desarrolló el proceso de colonización y de rescate de riquezas.

Con el descubrimiento de nuevas riquezas en México y Perú, los castellanos migraron hacia esos lugares, aunque también por la rápida desaparición de la mano de obra indígena esclava y el abandono de Santo Domingo como destino de la flota comercial española. El resultado no se hizo esperar. La despoblación voluntaria y la escasez de oportunidades comerciales llevaron a los residentes a activar una nueva estrategia de suministro-exportación con las naves europeas holandesas, inglesas y francesas.

En esta coyuntura histórica, se colocan los comerciantes costeros de producto ganadero, por la merma paulatina de la industria azucarera, en el tope de la pirámide social quienes, para someter a sus designios a las autoridades administrativas de la colonia, se auxiliaron cuantas veces fue necesario para hacerse de mercancías de contrabando, del poder de fuego de las naves enemigas de España.

Ante tal situación, creyendo que con la eliminación de los puertos costeros también eliminarían el contrabando, las autoridades monárquicas ordenan la evacuación y destrucción de éstos y la movilización de sus habitantes a dos nuevas poblaciones cercanas a Santo Domingo: Monte plata y Bayaguana. En vez, se inició la repoblación de los puntos desalojados por aventureros franceses, lo cual convirtió a los hateros costeros en hateros mediterráneos. De esa manera la clase hatera se consolida como el poder económico real de la colonia. Continuará.

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