La escuela cubana

Recientemente compartí con unos colegas un viaje de intercambio de experiencias educativas y de observaciones de buenas prácticas a La Habana, Cuba. Visitamos escuelas, y participamos en una Feria de Lectura que tuvo de motivación la serie de cuentos&#

Recientemente compartí con unos colegas un viaje de intercambio de experiencias educativas y de observaciones de buenas prácticas a La Habana, Cuba. Visitamos escuelas, y participamos en una Feria de Lectura que tuvo de motivación la serie de cuentos infantiles publicada por nuestra universidad, con financiamiento del Ministerio de Educación de la República Dominicana.

¡Los cuentos escritos por niños de escuelas públicas dominicanas fueron inspiradores para los niños cubanos!

Los significativos avances de Cuba en materia de educación son conocidos por todos, principalmente, en términos de acceso y calidad. Recordemos que desde el triunfo de la revolución en el año 1959 se nacionalizaron todas las instituciones educativas y se organizó el sistema de educación público. Cuba tiene un índice de Desarrollo de la Educación para Todos (EPT) alto, por encima de muchos otros países de la región.

Este índice mide, entre otros indicadores, la calidad de la educación de la primera infancia y evalúa el nivel de implementación de los objetivos de la iniciativa de la UNESCO “Educación para Todos” (2000-2015).

Es cierto que muchas escuelas cubanas funcionan en infraestructuras de décadas anteriores a la revolución, que muestran escasa reparación o pintura, que sus pasillos cargan años de historia y personajes, desde los líderes independentistas, Céspedes, Martí, Maceo y Gómez, hasta llegar a Echeverría, Cienfuegos y Che Guevara. Diría Oppenheimer, “cargados de tanta historia, que no pueden mirar el presente y el futuro”.

Aulas con iguales limitaciones que el resto de las estructuras, con mobiliario y recursos didácticos muy modestos y, en su mayoría, reciclados -algunos recolectados del entorno, otros hechos a mano con cartulina, crayones y papeles reusados, los que denotan una hermosa huella participante de los padres-. Ahora bien, y pese a las limitaciones, observamos maestras entusiasmadas, con excelente oralidad y dominio conceptual, sobre todo, maestras muy comprometidas, conduciendo su clase con destreza y seguridad. Asimismo, vimos niños contentos y disfrutando, niños integrados y aprendiendo.

La magia de aquellas maestras y sus niños, también nos contagió, y mientras vivíamos esa experiencia, pensamos ¡cuánto puede hacer un maestro con poco, cuando tiene la cabeza y el corazón llenos!
No estoy haciendo una apología del régimen o de la modestia y las limitaciones en la escuela, solo quiero resaltar el rol estelar de un maestro en un proceso de enseñanza y aprendizaje de calidad. No cabe duda, necesitamos talento humano para generar talento humano. l

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