La escuela que queremos

El título de nuestro artículo de hoy es una consigna reciente del Ministerio de Educación de nuestro país, y lo escogimos para señalar de una manera propositiva, pero firme, numerosas prácticas que caracterizan el sistema educativo público.…

El título de nuestro artículo de hoy es una consigna reciente del Ministerio de Educación de nuestro país, y lo escogimos para señalar de una manera propositiva,
pero firme, numerosas prácticas que caracterizan el sistema educativo público.

Prácticas que estamos comprometidos a denunciar y a erradicar a fin de construir la escuela que queremos.

En el Sistema sobrevive la indeseable práctica de “sustitutos” en el ejercicio de la labor docente. Hemos identificado profesores nombrados en un centro, y en esa misma tanda comprometidos con otra actividad laboral – a veces hasta con otra función pública-, así como profesores que han emigrado en busca del sueño americano, ¡pero pagan a otras personas una proporción de su salario para que hagan su trabajo profesional en las escuelas! Muchos de estos sustitutos no están calificados para la responsabilidad que se les entrega (es un pacto oral a conveniencia de las partes, donde el Sistema no tiene voz).

Adicionalmente, la informalidad del trato y la pobre remuneración asociada a la actividad produce mucha movilidad, y un mismo profesor puede enviar varios sustitutos durante el año escolar. Esta organización paralela e ilegal, pero popular, socava la calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje, y la institucionalidad de la escuela. En fin, una estafa al Sistema, en la que muchos son cómplices.

Por otro lado, hemos identificado profesores incorporados a la escuela recientemente, con más de 50 años de edad, para impartir docencia en el nivel primario. Razones políticas y un excesivo nepotismo prohíjan esta práctica, reinsertando docentes que no están actualizados en los desafíos curriculares, y por lo demás, no tienen interés alguno de integrarse a las oportunidades de formación que el mismo Ministerio provee. No quiero hacer una apología de la correlación juventud y efectividad, pero definitivamente tenemos que apostar a una nueva generación de maestros alineados con la proactividad y con los cambios necesarios para materializar la escuela que queremos y a la que tienen derecho los niños dominicanos. l

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