Esencia del conductor dominicano (y 5)

El particular conductor del vehículo privado se puede catalogar en múltiples especies, subespecies y familias, aunque su manera errática de conducir no permite encerrarlo dentro de esquemas del “método científico” porque su accionar es “asigún

El particular conductor del vehículo privado se puede catalogar en múltiples especies, subespecies y familias, aunque su manera errática de conducir no permite encerrarlo dentro de esquemas del “método científico” porque su accionar es “asigún”. Se caracteriza por obstaculizar, “metiendo” parte del físico de su artefacto motriz en medio del tránsito, contando que no aparezca un “aburrío” que se lo lleve de encuentro. Con esa concepción síquica de lo efectivo del obstáculo, basa su estrategia de movimiento motorizado. La “cualquerización” o democratización, como se diría en el lenguaje sociológico, de la propiedad de “un tieto”, “un cachivache”, “un carrancho”, llena al criollo de satisfacción, sacrificios, deudas y penurias, creyendo que con la última inversión en reparaciones y pintura, va’quedá nuevesiningo”. Nada que más eleve de categoría en el barrio, que salir con la familia en ese vehículo que orgulloso exhibe, aunque tengan que “arrempujarlo, pa’que prenda” Los que aprendieron en un motor, manejan buscando “rendijas” entre vehículos, como si todavía anduvieran en “do rueda” y, como el elefante domesticado, jamás se desprende de sus esquemas de origen. El que anda en un artefacto de súper lujo, se siente por encima del bien y del mal y trasmite su ego inflado al proceso de conducción, sin entender que coincide con decenas de “jierro con rueda” dispuestos a “llevarle un lao” o “guayáselo” de punta a punta. Por lo general armado y dispuesto a “tragarse a mordía” al que ose “rayarle” su máquina.

Dentro de los vehículos con placas privadas está incluida la casi totalidad de los taxis, a los que nos referimos en un artículo anterior. La cortesía, planta que florece en muy escasos jardines, es condición casi ausente entre conductores y en el caso femenino, se reclama con frecuencia pero no se practica jamás. Otro elemento común, que manifiesta una característica del dominicano es: “yo primero” junto al “ siempre quepo” y “me parqueo a’donde me de la gana”, aunque con ello imposibilite el tránsito y el derecho ajeno. Además de vestirse, el conductor consciente debe colocarse una armadura medieval y embarrarla con grasa de pato, “pa’que to le rebale” si no quiere le de un “cardiáco” desde que se “emburuje” con las primeras cuadras del caótico tránsito criollo. Si la forma de conducir es en definitiva, una expresión del comportamiento todo de la sociedad, la nuestra manifiesta una preocupante actitud colectiva, agresividad que se puede manifestar en una pistola al aire, un bate preparado para romper vidrios y cabezas, tendencia a llevarse al otro de encuentro, la ley de la selva impuesta en las calles y avenidas, la falta de respeto y la inexistencia de autoridad alguna o del mayúsculo descrédito de los llamado a controlar el tránsito criollo.

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