El Ministerio de Educación evaluó en San Cristóbal a una elevada cantidad de profesionales de diferentes áreas para incorporarlos al sistema educativo como maestros, y casi todos se quemaron. Aunque se ha dicho que eso sucedió porque hubo una falla técnica en el sistema informático, el hecho me lleva a recordar que, hace unos meses, el mismo Ministerio convocó a un concurso de oposición en el que los profesionales que se presentaron debían tomar dos pruebas. La primera consistía en un examen acerca del juicio lógico, y la segunda buscaba hacer una comprobación del dominio que tenía cada concursante de la asignatura que se proponía enseñar.
El concurso estaba organizado de manera que quienes fracasaban en el primer examen perdían su derecho a participar en el segundo. Los resultados de la prueba sobre el juicio lógico son reveladores del desastre en que ha devenido el sistema educativo dominicano. El 59.5 por ciento de los profesionales que se presentaron a esa prueba obtuvieron la calificación de deficiente.
Esos aspirantes a educadores no son simples bachilleres, sino egresados universitarios, y a pesar de ello fueron rechazados porque no son capaces de pensar con lógica, no pudieron acceder al segundo examen, por lo que están impedidos de entrar en el magisterio. Tal situación nos lleva a una reflexión sencilla sobre el escaso avance social de la población dominicana. Sin la ayuda de la lógica no se pueden sostener ideas ni elaborar criterios ni construir conceptos, y con esa miseria intelectual los seres humanos no pueden comprender ni dar a entender nada.
Si el Ministerio de Educación evalúa a los maestros activos en lo atinente al pensamiento lógico, es probable que los resultados sean similares. Es decir, que un 60% de los educadores carecen de capacidad lógica y, por tanto no pueden ser maestros de nada ni de nadie. Esta sospecha tiene su fundamento en que los maestros activos han sido “formados” por el mismo sistema escolar y universitario que ha “formado” a los profesionales rechazados por su demostrada incapacidad para pensar con sentido lógico.
Es el Ministerio de Educación el que está comprobando que su encargo social no se ha cumplido, lo cual implica que el resultado de su trabajo no sirve para los fines que le dieron origen. Esa es una de las causas de que en todas las evaluaciones que se hacen de los sistemas educativos del mundo, la República Dominicana quede en el último lugar o en un lugar cercano al último.
Por supuesto, la falta de pensamiento lógico de los maestros y del resto de los dominicanos no es la única falla de que adolece nuestro sistema educativo, pero para muestra basta un botón. Está claro que han servido para muy poca cosa los miles de millones de pesos y de dólares que se gastan cada año en educación.
Sin andar por las ramas, digamos que quien no tiene juicio lógico no tiene juicio certero, y quien carece de juicio certero simplemente no tiene juicio o tiene muy poco. Tener juicio lógico no es una ciencia oculta o difícil. Es una de las prácticas más simples que existen. Es normal y hasta natural que una persona piense con lógica. El juicio lógico es la capacidad para juzgar lo que se ve, se oye, se hace, se saborea o se toca y vincularlo con otra experiencia en razón de sus relaciones de causa–efecto o viceversa. También se manifiesta el juicio lógico en la capacidad para juzgar lo identificado, percibido o experimentado tomando en cuenta sus cualidades, condiciones o características.
Las personas desarrollan el juicio lógico desde edades tempranas y durante toda la vida en el hogar, en escuela, en el trabajo y en la sociedad. La lógica no es una asignatura escolar en educación básica y media, pero el currículo recomienda que los maestros induzcan a los niños a juzgar y a pensar con lógica. Aunque no hayan estudiado en la universidad, muchas personas aprenden a pensar y juzgar con sentido lógico. Aprenden mediante la observación de la naturaleza.
Muchos campesinos saben cuándo va a llover, cuándo habrá sequía, saben cuándo es conveniente sembrar para que no se dañe la producción y saben cuáles son las fechas convenientes para cosechar sin el temor de que los frutos se echen a perder. Aunque tengan escasos estudios escolares, saben comparar, inferir, deducir, inducir. Saben prever y establecer las consecuencias de los hechos, las acciones y los fenómenos. Si los iletrados saben y más de la mitad de los profesionales no saben aplicar el pensamiento lógico, es lógico pensar que los maestros, en su mayoría, están divorciados de la lógica, y aunque el currículo orienta sobre eso en la parte de los objetivos, ellos están en guerra con el pensamiento lógico.
En consecuencia, los maestros, llamados a examinar a los estudiantes, se queman no solo en la materia que deberían enseñar, sino también en el juicio lógico, que es la base del pensamiento crítico y del pensamiento científico. Esos maestros no pueden guiar a los niños en el proceso de aprendizaje, en la construcción de conocimientos, en el desarrollo de competencias, por lo que, en esas condiciones, la escuela conduce hacia el caos, el desorden y la dislexia.