Un escritor aficionado chileno, Manuel Gross, expresó: “Cuando la crítica es mera expresión de negatividad, plantea una posición reactiva”. Los falsos intelectuales, con sus falsas ideas presentan sus escritos como piezas de estudio, cuando en verdad lo que hacen es reflejar la carga de negatividad que alcanzan las fronteras del desprecio, manifestación de la conducta que retratan las confusiones del subconsciente.
En su columna del 26 de enero, el brillante articulista Miguel Guerrero me llenó de profunda indignación por la degradante manera a la que se refirió al líder de la Revolución Bolivariana de Venezuela. Se refirió al presidente Chávez como: “…un fascista de pura cepa sin el talento de Benito Mussolini”. Frase que sólo sirve para fortalecer las matrices mediáticas que se han estructurado desde las naciones imperiales para proyectar una imagen distorsionada de la obra redentora que se realiza en la hermana Venezuela Bolivariana.
Debería comprender Miguel Guerrero que su definición de conductor fascista atribuida a Chávez no se corresponde con su bien ganado liderazgo, alcanzado con el apoyo de las mayorías de su pueblo en elecciones libres y democráticas celebradas en más de una ocasión; debería pedir excusas al hermano presidente Hugo Chávez por esos aviesos calificativos dirigidos al hombre que tan generosamente nos ayuda con petróleo y en la hora histórica que vivimos se ha convertido en un verdadero símbolo para los pueblos pobres y necesitados de justicia.
Pero así es la arrogancia, se viste cultamente para justificar mentiras, le temen a la expresión directa y franca de las ideas, la fuerza de una idea conlleva una carga de sentimientos y heroicidad de la que carecen las mayorías de los falseadores de la verdad.
Las falsas ideas están siempre envueltas en nomenclaturas complejas, mientras menos entendidas mejor, temen a la fuerza de las verdades dichas con sencillez, la verdad no se viste más que de ella misma, y posee la facultad de revelar cualquier mentira. Las falsas ideas solo sirven para darle forma real a lo que no existe y deformar lo que sí es verdadero.
Suerte que Dios levanta una generación de luces no de intelectuales, de seres sabios, no de seres cultos, de profetas, no de economistas fríos e insensibles, de apóstoles, no de políticos demagogos y corruptos, para continuar atesorando sueños de libertad y felicidad para nuestros pueblos.
