La familia: educadora en valores humanos y cristianos (2)

[Continuación y última parte del testimonio de vida familiar cristiana leído por los esposos Víctor y Sarah Ramírez…

[Continuación y última parte del testimonio de vida familiar cristiana leído por los esposos Víctor y Sarah Ramírez en la iglesia Nuestra Señora de la Esperanza del barrio de Villa María, Santiago de los Caballeros]:

SARAH: Finalmente, queremos referirle un mensaje que recién escuché y nos parece muy oportuno concluir con éste nuestra intervención:

Ocurrió que a un famoso artista le fue encomendado efectuar una pintura centrada en el concepto de “lo más bello del mundo”; inmediatamente se puso a meditar sobre su obra y no encontraba una idea que le satisficiera.

Procurando despejar su mente salió a caminar y se le ocurrió preguntarles a quienes encontraba en el camino: “¿Qué es lo más bello del Mundo?” Así al encontrase con una joven señora y preguntarle, ésta le respondió:

-El amor. El amor es lo más bello, pues el amor convierte la pobreza en riqueza, endulza las lágrimas, hace que lo poco sea suficiente, sin él no hay belleza.
Siguió caminando y al aproximarse un soldado le hace la misma pregunta. El soldado que recién venía de la guerra le respondió:

-La paz. La paz es lo más bello, la guerra es horrorosa. Donde hay paz está la belleza.

Por último, le preguntó a un clérigo que se aproximaba y éste le contestó:
-La fe, la encontrarás en el amor de Dios.

De regreso a su casa iba pensando:

-El amor, la paz, la fe…; el amor, la paz, la fe,… ¿Cómo podré conjugar estos elementos para pintarlos? – se preguntaba el artista.

Al entrar a su casa vio la fe en los ojos de sus hijos, y el amor en el rostro de su esposa. Y en su hogar encontró la paz. La paz que el amor y la fe habían creado. Por lo tanto cuando pintó lo más bello del mundo llamó a su pintura: La familia.

Queridos hermanos el amor, la fe y la paz que necesita este mundo lo tenemos en la familia, propongámonos seguir incrementando los valores humanos y cristianos en nuestras casas, que la familia es la base de la sociedad y la esperanza para traer a la tierra el Reino de Dios.

Que Dios los bendiga a todos. Que tengan un feliz resto del día y una buena semana. Muchas Gracias.

Texto complementario

[A continuación presentamos a los amigos lectores algunos párrafos del librito titulado EL MATRIMONIO EN CRISTO [Fundación GRATIS DATE, Pamplona, España, 2003, 3ª edición, (*)] de José María Iraburu, por considerarlos esclarecedores de las relaciones familia-sociedad sustentadas en valores humanos y cristianos]:

Familia y sociedad. Dice el Concilio Vaticano II: «El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana»; de tal modo que la familia es así «la célula primera y vital de la sociedad» (AA 11)

«Las relaciones entre los miembros de la comunidad familiar están inspiradas por la norma de la gratuidad que, respetando en cada uno la dignidad personal, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda.

«De este modo la familia, escuela primera e insustituible de sociabilidad, es ejemplo y estímulo para que esas relaciones comunitarias más amplias se den en un clima de respeto y justicia, diálogo y amor» [43]. También aquí se aprecia el inmenso valor de las familias numerosas.

Servicio de la familia a la sociedad. La familia cristiana ha de ser acogedora por la hospitalidad, e influyente en la sociedad por la acción política.

Hospitalidad. «Hay que destacar la importancia cada vez mayor que en nuestra sociedad tiene la hospitalidad, en todas sus formas. La familia cristiana está llamada a escuchar la exhortación del Apóstol: «Sed solícitos en la hospitalidad» (Rm 12,13), imitando la caridad de Cristo: «El que diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fresca en razón de discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa» (Mt 10,42). [42].

Cuántas personas, que afectiva o económicamente se hallan a la intemperie -huérfanos, hijos de padres separados, exiliados o estudiantes extranjeros, muchachos de pueblo que por estudios o trabajos acuden a la Ciudad-, encuentran el calor del Corazón de Jesús en hogares cristianos que saben abrirles su puertas.

Influjo político. «Ha de procurarse que la función social de la familia tenga también proyección política. Es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes e instituciones del Estado no sólo no lesionen, sino que promuevan los derechos y deberes de la familia. En este sentido, las familias deben acrecentar su conciencia de que ellas son protagonistas de la llamada política familiar, asumiendo así la responsabilidad de transformar la sociedad. De otro modo, las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia. También la familia debe escuchar la llamada del Concilio Vaticano II a superar una ética individualista (GS 30)» [44].

Servicio de la sociedad a la familia. «Familia y sociedad tienen una función complementaria en la promoción del bien de todos los hombres y de cada hombre. Pero la sociedad, y más específicamente el Estado, deben reconocer que la familia es «una sociedad que goza de un derecho propio y primordial» (Vat. II, DH 5), y que por tanto, en sus relaciones con la familia, están gravemente obligados a atenerse al principio de subsidiariedad» [45].

El principio de subsidiariedad, arraigado en la tradición cristiana, establece que «no se puede quitar a los individuos y traspasar a la comunidad lo que ellos pueden realizar por su propia iniciativa y esfuerzo», y prohíbe por tanto «traspasar a una sociedad mayor y más elevada las tareas que pueden realizar las comunidades menores e inferiores, pues toda actividad de la sociedad debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero nunca destruirlos ni absorberlos» (Pío XI, 1931, enc. Quadragesimo anno 79) [+45].

Así pues, las familias, conscientes de sus responsabilidades y de sus posibilidades, deben impulsar bibliotecas, escuelas, colegios y universidades, guarderías y residencias, centros sociales y deportivos, en vez de entregarse pasivamente en manos de un Estado totalitario y absorbente.

El testimonio de la familia cristiana. La familia cristiana vive en el mundo, pero no es del mundo Jn 15,19), y todo el tiempo de su peregrinación en esta tierra, debe vivir como forastera y emigrante (1Pe 1,17; 2,11), pues su ciudadanía verdadera está en el cielo (Flp 3,20; Ef 2,19). Por eso los novios y esposos cristianos debéis tener muy en cuenta el mandato del Apóstol: «No os configuréis a este mundo, sino transformáos por la renovación de la mente, para que seáis capaces de distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo bueno, lo grato y perfecto» (Rm 12,2). Hay en esa frase negación y afirmación.

No os configuréis al mundo. No se os ocurra aceptar acríticamente el mundo actual en que vivís, aceptando sus criterios, su jerarquía de valores y sus costumbres: renunciaríais así al Evangelio, dejaríais de ser cristianos, y desde luego, no podríais educar cristianamente a vuestros hijos. El vino nuevo que habéis recibido del Espíritu debéis guardarlo en odres nuevos (+Mc 2,22). Si una familia cristiana asimila, más o menos conscientemente, las formas que el mundo tiene de pensar y de hacer, de gastar el dinero, de educar a los hijos, de plantear las vacaciones, las fiestas, el noviazgo, etc., deja más o menos pronto de ser cristiana. Y una familia cristiana mundanizada -secularizada- es el mayor de los fracasos. Es como un fuego que se encendió, pero que se dejó apagar.

Transformáos por la renovación de la mente. La docilidad al Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra, ha de dar a vuestras familias una maravillosa creatividad en todos y cada uno de los aspectos de la vida secular. De este modo vendréis a ser luz en un mundo oscuro (Mt 5,14), sal que da sabor y evita la podredumbre (5,13), fermento que transforma la masa de la sociedad, y la hace pan de Dios (13,33). ¿Acaso los novios y esposos cristianos vais a contentaros con las miserables costumbres deshumanizantes de las familias del mundo?

Hacia una civilización del amor. «Avanzando en el seguimiento del Señor por un amor especial hacia todos los pobres, la familia debe preocuparse especialmente de los que padecen hambre, de los indigentes, ancianos, enfermos, drogadictos, o de los que están sin familia» [471]. En la medida de vuestras posibilidades privadas, haced todo lo posible por ayudar a los necesitados. Por lo que hagáis o no hagáis en esto vais a ser juzgados en el último día (Mt 25,31-46).

Pero además de eso, las familias cristianas habéis de «cooperar también a establecer un nuevo orden internacional». Sin violencias ni mentiras, con amor y con verdad, «la comunión espiritual de las familias cristianas constituye un foco de energía interior que ha de irradiar justicia y reconciliación, fraternidad y paz entre los hombres» [48]

(*) Puede descargarse gratis desde el portal http://www.gratisdate.org/nuevas/ matrimonio/default.htm l

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