Familiares de los menores suicidas narran sus historias

Cuando un padre pierde a un hijo en un accidente o por enfermedad, el dolor es irreparable. Pero cuando se quita la vida, ese dolor queda con una serie de preguntas a la espera de respuestas.

Cuando un padre pierde a un hijo en un accidente o por enfermedad, el dolor es irreparable. Pero cuando se quita la vida, ese dolor queda con una serie de preguntas a la espera de respuestas.“¿Quién me dirá mami te amo?, ¿dime quién lo hará ahora? A veces estaba durmiendo y paraba el piquito como para darme un beso, y me decía mami, te amo y yo decía pero hasta durmiendo mi hija sueña diciéndome te amo”.

Estas son las expresiones de María (nombre ficticio), a quien en fracción de minutos el mundo le cambió cuando encontró a su niña colgando en la habitación que compartían y todo se oscureció para ella.

“Yo veo niños y quiero acercármele pero me da miedo. En cada niña que veo, la veo a ella. Cuando me dan un abrazo yo siento que es mi niña”, dice.

No podía creer lo que veían sus ojos, porque no habían pasado 20 minutos, que la tenía jugando entre sus pies. Asegura que con la vida de su hija en su casa una luz se apagó.

Explicó que como de costumbre se encontraba realizando algunos quehaceres domésticos. Todo estaba normal, pero en fracción de minutos, su mundo cambió, cuando encontró que su hija de ocho años se había quitado la vida en la habitación.

La mujer continúa narrando lo unida que eran ella y su niña. Estaban llenas de planes. Ahora, señala que nadie podrá llenar ese vacío.  “El único que puede llenarlo es Dios. Eso es lo que yo he sentido, paz”,  expresa María, quien además de refugiarse en el Señor, ha tenido el apoyo de su familia, amigos y otros seres queridos.

Los testimonios de los padres de los niños, niñas, y adolescentes que se han quitado la vida son desgarradores. Algunos expresan que no pueden explicar con palabras lo destrozada que queda la familia cuando un hijo se quita la vida; en muchos casos no con intenciones suicidas.

La acción les sorprende

Pero del otro lado de la ciudad, está el caso de Johanna, cuyo hijo de 14 años, luego de ser corregido por la sustracción de un par de tenis, a un hermano suyo, se encerró en la habitación y se colgó con unas correas.

“Él nunca dio indicios de depresión. Era un muchacho que actuaba normal. Su madre fue quien lo encontró colgando de un bajante en su habitación. Usó un par de correas para hacer eso”, explicó un tío del adolescente, mientras se encontraba en el Instituto Nacional de Patología Forense a la espera de que le entregaran el cadáver. Muchos afirman que para superar las crisis se han refugiado en el amor de Dios.

El día antes le pidió que buscara a su hermano

No menos desgarrador es el caso de Gina, de nacionalidad haitiana. Estaba de camino a San Pedro de Macorís cuando recibió la llamada fatal: su hijo mayor, de 10 años, se había colgado utilizando una toalla. El día antes, señaló,  el niño le pidió que fuere a buscar a su hermanito, porque le hacía falta. “Yo no entiendo qué pasó. Él me dijo mami, vete  a buscar a mi hermanito que lo quiero ver.  Yo le dije sí, mi hijo, mañana voy, y mira lo que me hace”, dijo.

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