Fiscales y criminalidad

Cuando la sustanciación de los expedientes corría por cuenta de la Policía, se le sumaban todos los errores. Cargaba también con los excesos de sus miembros. En estos tiempos la responsabilidad se comparte con ministeriales cada día…

Cuando la sustanciación de los expedientes corría por cuenta de la Policía, se le sumaban todos los errores.

Cargaba también con los excesos de sus miembros. En estos tiempos la responsabilidad se comparte con ministeriales cada día más cuestionados.

Un ejemplo es La Mulata III, donde un velo de duda envuelve su desempeño. ¿Qué está pasando? Aparentemente, entre miembros del Ministerio Público gana cuerpo la idea de que pueden ser parte del festín en una sociedad en descomposición, y se prestan a cualquier cosa.

La oficialidad de la Policía no se atreve a denunciar las quejas que guardan sobre el comportamiento de los ayudantes fiscales o fiscales adjuntos, amparándose en su liderazgo de la investigación.

Podría atribuirse a resentimientos, como consecuencia del cambio de roles, pero al escuchar los testimonios habría que pensar en algún tipo de vigilancia de esos servidores públicos.

Y es que las amenazas que padece la sociedad, y con ellas sus instituciones, son cada vez más graves y tentadoras, y se necesitan controles del comportamiento de los que están llamados a defenderla.

El liderazgo de las Fuerzas Armadas y la Policía está cada día más consciente de que combaten a enemigos de mucha capacidad corrosiva, que se valen de todos los medios para lograr sus propósitos.

¿Está el Ministerio Público percibido de que sus miembros están tan expuestos como los militares y policías?
Los responsables de la investigación del crimen tienen bajo sus hombros cargas muy pesadas. Afrontan riesgos y también tentaciones.

¿Cuáles son los mecanismos de control interno? ¿Quiénes dan seguimiento al comportamiento de esos funcionarios? Si existe ese seguimiento, ¿qué protocolos se llevan a cabo?

Evidentemente, urge fortalecer el brazo de la defensoría ciudadana, no sólo de los criminales profesionales y el raterismo, sino también de los investigadores inescrupulosos que no cumplen cabalmente sus funciones.

Y no ponen las ganas y la seriedad suficientes para que los asesinos no anden por las calles después que son detectados y detenidos por los cuerpos investigativos. l

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