Globalización y soberanía (2 de 2)

Economista y miembro del comité central del partido de la liberación dominicanaAl cierre de nuestra primera entrega sobre el tema, hace unos días, pretendimos llamar la atención sobre la necesidad de observar las experiencias de los países…

Economista y miembro del comité central del partido de la liberación dominicana
Al cierre de nuestra primera entrega sobre el tema, hace unos días, pretendimos llamar la atención sobre la necesidad de observar las experiencias de los países desarrollados, y sus acciones de gobierno, resultado de la objetivización que les imponen la realidad política, económica y social, en el marco de sus fronteras nacionales, llámese Unión Europea o Estados Unidos.

La globalización, no obstante ser una aceleración vertiginosa de las interconexiones tecnológicas y económicas, ha desatado en la práctica una amplísima serie de cuestiones, poniendo en duda el anterior interés sobre la sociedad “mundializada”, que gusta de líneas fronterizas borrosas, y sobre todo de conceptualizarlas como líneas imaginarias entre países o naciones; entre esos debates en particular destaca el impacto de las migraciones y los migrantes. En nuestro país se discute, precisamente, en ocasión de la propuesta de ley de naturalización que el Presidente de la República remitirá al Congreso Nacional.

El debate entonces en Dominicana, para fines de una rápida comprensión, se podría reducir a las posiciones entre los “flexibilizadores” (si vale acuñar el término) de la política migratoria que nos debemos dar, y aquellos que simplemente no estamos de acuerdo con tal flexibilización. ¡Ah cosas de la vida!, nuestra vieja izquierda, los sectores más mercantilistas de nuestro empresariado, y medios de comunicación caracterizados por su pragmatismo y adecuación a las coyunturas impuestas desde el exterior, han devenido a constituirse en aliados que coinciden en sus posiciones de masificar el otorgamiento o asignación de ciudadanía dominicana, esgrimiendo derechos humanos “adquiridos”, y no en la constitución de los países respectivos, por tanto negando el derecho de soberanía de un Estado-nación, acorde a sus propias leyes.

Pues bien, dos hechos, ampliamente conocidos en la prensa mundial, nos llaman poderosamente la atención, y nos preguntamos: ¿por qué no son mencionados o utilizados en los debates, y en las exigencias de los grupos y países interesados? Por un lado, los procesos de globalización se han venido manifestando como procesos de avances en “apertura” desde diferentes aspectos o puntos de vista (mercados, comunicaciones y derechos humanos), sin embargo, las políticas migratorias que se adoptan por aquellos mismos países que exigen mayor apertura a otros, hoy en día y de manera abierta adoptan como herramienta de política el control de frontera o “restringimiento”, usando tecnología de punta y todo el aparato represivo, que sus recursos le permiten.

En otras palabras, si traducimos bien lo que los medios de comunicación de masas nos indican, la globalización predicada por los países desarrollados luce ser una oportunidad, mientras sus propias políticas migratorias sitúan a la migración a lo largo de sus fronteras, como un problema a resolver.

Como ejemplos concretos de lo que decimos tenemos que la República de Haití inició su propio muro fronterizo de manera soberana sin preguntarle a ninguna ONG, ni país vecino, imitando de esta forma las acciones que por décadas desarrolla el Gobierno norteamericano desde Tijuana hasta el Golfo de México, esto es, desde el océano Pacífico hasta el Golfo de México. Lo que podríamos bautizar como una “política transoceánica” de limitación o restricción de acceso para aquellos que puedan sentirse con el derecho a una nacionalidad diferente, sin importa su situación de pobreza o marginalidad en sus naciones de origen. Pero hay más (para muestra otro botón): demos seguimiento a lo que acontece diariamente en Ceuta, Melilla, Lampedusa, (costas mediterráneas) y en las fronteras de Europa Central con Europa Oriental.

Visto de esta forma, más que revisar las razones de la política migratoria (y en consecuencia de empleo o contratación que se nos quiere imponer desde exterior) revisemos los argumentos para impedir junto a nuestro pueblo, tal pretensión.

Por razones de espacio, en esta oportunidad debemos obviar el uso de datos y estadísticas del impacto social (salud, educación, y seguridad ciudadana) o del impacto económico (costos fiscales, salarios deprimidos para nuestros trabajadores, distorsión del mercado laboral) que ha resultado de la presencia ilegal de centenas de miles personas en nuestro territorio, por la irresponsabilidad de nuestros diferentes gobiernos; como tampoco pretendemos juzgar la ley de extranjería de otros países y sus propias constituciones, que en efecto ya le han otorgado ciudadanía por el jus sanguini a sus emigrantes en territorio ajeno; más bien, queremos evidenciar las falencias de un discurso, que subyace en la retórica de los países que más pueden, para someter a los que menos pueden, dentro de una lógica que solo les conviene a los primeros.

Con las posturas que publicamos, no nos abstraemos de vivir en un mundo cada vez más globalizado, sólo pretendemos conocerle más y defender nuestros intereses como nación libre y soberana. Y en particular, usarlas como advertencias a nuestros sindicatos y empresarios. Para justificar nuestra dependencia de un mundo globalizado, bastaría recordar que hasta el año 1830 “una carta sellada en Inglaterra tardaba entre cinco y ocho meses en llegar a la India, y un intercambio de cartas podía requerir dos años cuando sufría el hostigamiento de una temporada de monzones” (Held, 1997).

Pero la advertencia mayor nos llega cuando revisamos la internacionalización económica que obviamente se ha producido en las últimas décadas, citando a Hirst /Thompson, se concluye que esta “no ha disuelto en absoluto las distintas economías nacionales de los principales países avanzados ni ha impedido el desarrollo de nuevas formas de gobierno de la economía a nivel nacional o internacional”.

Sin embargo, no es correcto pensar que el Estado y la política nacional, de cualquier país grande o pequeño, pueda regular fenómenos que se producen en una escala global. El corralito financiero en Argentina y la crisis monetaria en México, acontecida hace unos años, demuestran lo que afirmamos. Por lo que aceptamos que la globalización es un inevitable proceso de apertura que tiende a diluir los antiguos contornos territoriales en cuanto a las relaciones económicas y hasta culturales, pero sí y solo si, este proceso no atenta contra la identidad nacional, y nuestra autodeterminación como pueblo, país y nación.

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