A mi Gran Santo Domingo

En octubre de este año, la ley que creó la provincia Santo Domingo cumplirá once años. Fue un proyecto ideado para propiciar…

En octubre de este año, la ley que creó la provincia Santo Domingo cumplirá once años. Fue un proyecto ideado para propiciar el desarrollo de la demarcación territorial y político-electoral de mayor proporción e influencia de todo el país.

Para los comicios congresuales y municipales del 2002, se inauguraron las votaciones en las cuatro primeras demarcaciones que surgieron de esta fragmentación. Para beneplácito de aspirantes y botelleros, creció el número de senadores, diputados, síndicos, regidores y delegados o directores municipales.

Los aventajados de siempre vieron que era bueno, pero muy bueno. Y en el 2005 dijeron, háganse tres municipios más, para que en vez de cuatro sean siete las plazas que acojan a manejadores, administradores y distribuidores de recursos estatales.

¡Bravo! Vencieron los que entendían que de esta forma habría más representantes y representados contentos y bendecidos. Por fin se avizoraba el bienestar colectivo. Un “no” categórico a la marginalidad deliberada de los arrabales capitaleños.

No nos podemos quejar. Once años después, hoy San Antonio de Guerra, que quería ser independiente, sigue siendo en gran parte montes y sabanas sin habitar y sin aprovechamiento de ningún tipo. Sin oficinas gubernamentales en el pueblo cabecera. Sin un juzgado de paz y ni una oficina del distrito educativo.
Lo que sí tiene Guerra es un ayuntamiento que opera con una innecesaria cantidad de empleados (como todos los del Gran Santo Domingo) que devoran gran parte de los 4 millones 100 mil pesos que recibe mensualmente del erario.

Igual de estupendo ha sido el descuartizamiento para Pedro Brand. Por esos predios, su ayuntamiento no tiene oficina de planificación, sus autoridades no han sido capaces de construirle un parque municipal a sus representados y no han podido borrar la imagen de campo recóndito, a un brinco de la capital.

O Santo Domingo Norte, que ahora esconde sus penurias bajo el manto colorido del Metro de Santo Domingo. Y Santo Domingo Oeste, al que once años no le han alcanzado para articular un plan de desarrollo municipal. Santo Domingo Este salva en parte la generalización de mis críticas.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas