La grandeza de ser padre

Como campesinos descendientes de una familia pobre, desde pequeños, mi padre enseñó a sus hijos a realizar todo tipo de trabajos…

Como campesinos descendientes de una familia pobre, desde pequeños, mi padre enseñó a sus hijos a realizar todo tipo de trabajos agrícolas. No había faena que nos perdiéramos, por lejos o incómoda que fuera. Teníamos que enfrentar la realidad que nos tocó vivir. Y lo hicimos con decoro, sin faltar nunca a la filosofía moral que invita a ganarse “el moro” diario sin dañar a terceros. Sembrábamos y cosechábamos arroz, habichuela, yuca, batatas y auyamas en fincas ajenas, cuando los avances tecnológicos no habían desplazado aun esas plazas de trabajo a millares de hombres y mujeres que ganaban su sustento en esas labores.

Recuerdo que en una ocasión, el capataz de uno de los mayores predios dedicados a la siembra de arroz en Fantino le hizo una exigencia bien subida de tono a papi. Le gritó fuerte y sin piedad.

Nunca podré olvidar la cara de vergüenza que puso mi papi. El capataz, creyendo que tenía el mundo a sus pies y que aquella infeliz circunstancia nunca pasaría, arremetió de nuevo contra papi, advirtiéndole con voz iracunda y todopoderosa, que de no corregir lo que entendía mal hecho nos echaría de inmediato de la finca.

Fiel a mi condición innata e innegociable de defender mi dignidad, intenté enfrentar al capataz guapetón. Lo miré fijamente. No tenía yo más de 12 años, pero eran suficientes para decirle todo lo que por mi mente pasó en ese desagradable momento. Creía y sigo creyendo que no era justa aquella humillación, porque mi padre era la decencia personificada.

Papi no me dejó. Hizo señas de que me callara. No entendía. Lo estaban ofendiendo y prefirió tragar en seco y guardar silencio, cual niño amonestado. Cuando el arrogante capataz se marchó, pregunté a papi por qué no me dejó enfrentar a ese hombre que poco faltó para darle una pela. Y, con la misma quietud con que hace cuatro años murió, me dijo: “Oscar, cuando tengas hijos lo entenderás”. Papi, ahora entiendo perfectamente.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas