Cuando el presidente Antonio Guzmán se voló los sesos -era uno de esos hombres para los que el honor se lava con sangre- muy pocos de los jóvenes de entonces valoramos el legado de quien había tomado tan dramática decisión.A pinceladas simples, los años vividos del 16 de agosto de 1978 hasta el 1982 fueron de los más hermosos para la muchachada que de repente dejó que brotaran en hechos ideas reprimidas por las huestes de asesinos y criminales en que el presidente Joaquín Balaguer sustentó su régimen de los 12 años.
Nuestros cines se llenaron de muchachos y adultos ávidos de las películas de Luchino Visconti, Carlos Saura, Pier Paolo Pasolini, OrsonWelles, David Fincher, Ingmar Bergman.
Se pusieron de moda las boites como Disco Club Universitario, y podíamos caminar de madrugada abrazados rumbo a discotecas como Waldo, en el emblemático Hotel Jaragua, donde el contagio de Saturday Night Fever, el baile de Jhon Travolta y la música de los Bee Gees, Michael Jackson y Donna Summer nos embriagaron en el disco y el house. O en el otro extremo cantando a Silvio Rodríguez, a Mercedes Sosa o a Bob Marley.
Podíamos exhibir libros prohibidos como La Madre, de Máximo Gorki; Vivir como él, de Nguyen Van Troi; El Capital y el Manifiesto Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels, o Así se templó el Acero, de Nikolai Ostrovski, o recitar poemas de Mario Benedetti o hacer poesía coreada en clubes culturales.
Los gatos del barrio fueron locrios nocturnos y hasta compartíamos con amigos policías. El presidente Guzmán significó una de las revoluciones más genuinas que los jóvenes pudimos vivir, cuando el sexo comenzó a dejar de ser tabú y el destape fue real.
¿Quién no disfrutó de los autocinemas? Para entonces, eso sí, comenzaron a dispararse los embarazos en las adolescentes…
