Se hace muy difícil crecer y competir

Nuestro país es muy peculiar; aquí “a la casualidad la llamamos chepa, al peso tolete y, además, cualquier día claro llueve”.Según el pensar de algunas personas, los empresarios locales nacieron con una empresa debajo del brazo…

Nuestro país es muy peculiar; aquí “a la casualidad la llamamos chepa, al peso tolete y, además, cualquier día claro llueve”.

Según el pensar de algunas personas, los empresarios locales nacieron con una empresa debajo del brazo y los inmigrantes que han llegado al país trajeron en el barco que los transportaron las grandes empresas que han logrado desarrollar. Pero la realidad es que para ser un empresario exitoso se requiere de mucha tenacidad y mucho esfuerzo.

He escuchado a un empresario muy amigo decir varias veces que sus padres no llegaron en cuarta clase en el barco que los transportó desde España, porque esa clase no existía, haciendo alusión con esto a la enorme condición de pobreza que en ese entonces vivían.

Hago este preámbulo para destacar que hacer crecer un negocio, como ya mencioné, es todo un reto, especialmente en nuestro país, donde hay que enfrentar una cantidad excesiva de trámites burocráticos; cobros de “instituciones estatales”que no dan explicaciones y se niegan a entregar recibos; cambios en las leyes; y además, políticas difíciles de implementar, como lo es el Reglamento de Evaluación de Activos (REA) para las actividades comerciales o industriales, que no diferencia entre las diferentes ramas del comercio y de industria, creando muchas veces reservas a los bancos que encarecen las tasas a que prestan a los clientes.

Por igual, el Reglamento de Emisión de Valores hace imposible ciertas colocaciones de títulos, ya que los trámites exigen hacer pública mucha información sensible, como marcas de fábrica, fórmulas, costos, que, de llegar a la competencia, puede acarrear consecuencias nefastas para el negocio. En otras palabras, ofrecer en bandeja de plata el trabajo de años a cualquiera que le interese.

Las tasas de interés son otra fuente de inconvenientes. El desconcertante vaivén de las mismas, fruto de políticas monetarias del Banco Central que muchas veces no entendemos, hacen imposible el crecimiento de pequeñas y medianas empresas, cuyos propietarios temen tomar préstamos porque ignoran cuál será el comportamiento de las tasas a futuro.

El gobernador del Banco Central afirmó hace poco que el reciente aumento del 2% del encaje legal no debe repercutir en el aumento de las tasas en más de entre un 0.5% a un 1%. Además, declaró que “los que me conocen saben que cuando digo algo es porque lo tengo muy bien pensado”.

Parecería que nuestro gobernador de larga data nunca ha tomado prestado y olvida que si la tasa era de un 10% y ahora tiene un 1% de incremento, esto repercutirá en el aumento de los gastos financieros de una empresa en un 10% al año, lo cual representa una suma nada despreciable, que puede crear serios problemas a cualquier negocio. Él prefiere culpar a la banca por el aumento, ya que, según dice, estas instituciones procuran compensar las pérdidas de ingresos por tarjetas de crédito, producto de la disminución del interés que cobraban a los tarjetahabientes, el cual reconozco que era elevado, como lo es también el por ciento que se le cobra a las empresas que usan este servicio, llegando a ser éste el tercer renglón más alto de los costos de un comercio.
Ojalá se piense más este aumento del encaje y, si como dicen las autoridades monetarias, es un problema de avaricia bancaria,esperamos que se corrija. Si el aumento del encaje despertó en los ahorrantes un apetito por mayores tasas pasivas y crearon una presión que desgraciadamente no pagará el Banco Central, sino los comercios, las empresas, todo aquel que tiene un préstamo hipotecario o de consumo, esperemos una reconsideración y que el encaje vuelva a los niveles anteriores.

El aumento de las tasas de interés ha paralizado la economía del país, lo cual se contrapone con el dinamismo de la misma en el último trimestre del 2014. Lo peor es que este aumento no se justifica en estos momentos, porque la reducción de los precios del petróleo a nivel internacional ha aliviado la presión sobre el mercado cambiario. Además, tenemos el nivel de inflación más bajo de la historia reciente, según el propio Banco Central. La estabilidad cambiaria está más que asegurada ya que el Ministerio de Hacienda logró colocar con éxito 2,500 millones de dólares en bonos a tasas menores que los que coloca el Banco Central para el pago de la deuda de Petrocaribe y cumplir con lo establecido en el Presupuesto General de la nación.

Muchas veces se aspira a que las empresas locales puedan competir a nivel regional, sin tener en cuenta lo difícil que es esto por falta de reglas claras. Los países centroamericanos, con los que compite la República Dominicana disfrutan de tasas de interés muy bajas e incluso algunas de sus economías están dolarizadas y sus intereses son los mismos del mercado bancario norteamericano. Por experiencia, puedo decir, además, que en estos países tienen la ventaja de contar con reglas claras, las cuales se respetan para beneficio del crecimiento del sector empresarial y por ende, de sus economías.
La situación actual incentiva las importaciones y el déficit de balanza comercial se hace cada vez mayor, con las consecuencias que todos conocemos y que no son de “chepa”. Verdaderamente somos un país muy especial, anhelamos el crecimiento y el desarrollo, no sólo del sector empresarial, sino de toda una población que hace años desea y merece condiciones de vida más dignas y justas; sin embargo, las condiciones y manejos que expongo, encaminan nuestra nación por el rumbo contrario.

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