Es increíble la cantidad de seres humanos que deambulan por el mundo con un déficit de hierro en su organismo. Se estima que aproximadamente la mitad de los niños y la otra mitad de las mujeres padecen de una condición conocida como ferropenia.
A pesar de que esa realidad representa una problemática de salud pública mundial, no son pocos los que, conociendo esa situación, toman la decisión de adicionar hierro a su dieta diaria a través de la ingesta de preparados de hierro.
Esta medida aparenta ser inteligente si se toma como ejercicio de prevención. Sin embargo, si no se hace adecuadamente, podría constituirse en un arma de doble filo.
El hierro es un pesado metal que cuando pasa por la mucosa intestinal una parte de éste es absorbida y depositada en órganos y tejidos como reserva férrica.
El exceso de hierro se convierte en una patología conocida como hemocromatosis, la cual afecta a muchos órganos y sistema.
Fallo cardíaco, insuficiencia pancreática, cirrosis hepática, serían parte de las consecuencias del incremento de hierro de forma exagerada. Si usted ha decidido ingerir hierro como suplemento o medida preventiva, le recomiendo conocer antes que todo cómo andan sus depósitos antes de que una sobrecarga se convierta en daño irreversible a órganos con funciones muy nobles.
