La revelación de que moderadas y graduales dosis de estrés durante el desarrollo “entrenan” los músculos cerebrales, hacia fortalecernos psicológicamente, debe ser tomada en cuenta por los padres que sobreprotegen y facilitan todo a los hijos.

Cuando el amor de padres nos lleva a ser en extremo solícitos con los “bajitos” y a querer evitarles el mínimo problemita, podríamos estar prohijando adultos infelices. Lo que se corresponde es permitirles, en lo prudente, experimentar las circunstancias difíciles y que generen soluciones por sí mismos. “Me hicieron un daño”, suele decir alguien de mi mayor afecto, convencido de que la sobre atención y protección de sus padres le moldearon negativamente para enfrentar la dureza de la vida.

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