Los Yankees de Nueva York no miraron hacia los Marineros de Seattle en busca de un salvador para el resto de la campaña.
La idea de Brian Cashman, el gerente de los 27 veces campeones, fue proveer a la escuadra con el elemento ausente en su alineación de todos los días: velocidad. Por vía de consecuencia, Suzuki concede a la novena una mayor facilidad para hacer carreras sin tener que depender del palo largo.
Su primer turno fue un ejemplo de lo que se quiere. Sencillo al centro, robo de base y luego pasó a tercera con rodado. Si bien es cierto que no anotó, a cualquiera le gustaría que Ichiro se encuentre a 90 pies del plato con menos de dos outs.
Está claro que desde segunda se puede meter a la goma con mucha mayor facilidad que las patanas que predominan en el 10 titular de los Bombarderos del Bronx. Es justo decir que es probablemente el mejor defensor de los bosques de su nuevo equipo.
Su promedio es malo en .261 y ni hablar de su porcentaje de embasarse en .288. De todas formas, merece el beneficio de la duda en cuanto a un cambio de escenario de refiere. El japonés podría renacer en estos dos meses y algo de contienda que restan, con lo que vendería mejor sus servicios para la próxima estación.
En Seattle tenía que hacer muchas cosas o al menos esa siempre fue la expectativa. Con los Yankees no tiene esa presión, porque a otros se les paga para producir. Siempre hay una carga por vestir el uniforme de rayas, pero Suzuki debe sentirse feliz por salir del Seattle donde nunca cristalizó su sueño de un campeonato.
Para un servidor, el cambio fue bueno para todos. Los Marineros trabajan en su futuro inmediato. Los Yankees lucen más compactos e Ichiro recibe una tremenda oportunidad de mostrar que aún le queda.
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