“España tiene el derecho inexcusable e irrenunciable de defender su frontera que delimita el territorio y que va íntimamente unida a su soberanía… Que quede claro que ninguna norma nacional ni comunitaria ni internacional le va a negar a España el derecho a defender, con absoluto respeto a los derechos humanos, faltaría más, la soberanía sobre su territorio…”, palabras de Jorge Fernández Díaz, ministro de Interior de España, acerca de la política del país frente a la inmigración ilegal en puntos como Ceuta y Melilla, en la frontera con Marruecos, vía más expedita para el ingreso a Europa desde África. Como aquí, como aquí, cuestión de soberanía. No más.

Por disposición de la dirección de Multimedios del Caribe, la semana pasada viajé a Nueva York, obviamente en mi irrenunciable condición de reportero. Me encomendaron la exclusiva misión de entrevistar al senador estatal dominicano Adriano Espaillat, de origen dominicano.

Espaillat aspira a una curul en el Congreso de los Estados Unidos, específicamente en la Cámara de Representantes, que traducido a la legislatura dominicana sería igual a la Cámara de Diputados.

La entrevista fue un éxito, porque logré mi cometido. Pero ese instinto periodístico del que tanto hablamos me exigió mucho más. Entonces, pedí al candidato demócrata que me permitiera acompañarlo en su agenda de trabajo, que con los afanes de la campaña inicia a las 7:00 de la mañana y termina quién sabe cuándo.

El primer día, anduve en una caravana con no más de 20 vehículos. Solo el camión donde iba Adriano tenía unas bocinas que sonaban música de merengueros dominicanos. Nada de estruendo ni carros o motocicletas con bocinas escandalosas. Cero taponamientos. Ni pistolas, machetes o cuchillos. Con un área delimitada para recorrerla durante un tiempo igualmente predeterminado.

Sin abandonar nunca su amplia y cálida sonrisa, Espaillat me invitó a varios encuentros organizados por su equipo de trabajo. Me explicó que ningún candidato en Estados Unidos puede recibir más de 2,500 dólares de una sola persona como contribución para su campaña. Nunca lo escuché detractar a su principal oponente, el congresista demócrata Charles Rangel.

Quedé maravillado, pero quería verlo para luego contarlo. Ese mismo día, asistimos a una actividad de recaudación de fondos, en el condado del Bronx. En una pequeña mesa habilitada para la ocasión, algunos contribuyentes depositaban cheques de 200, 300 y hasta 500 dólares, según sus posibilidades.

Luego, los donantes escribían en un formulario su nombre, correo electrónico, números telefónicos, dirección y cantidad de dinero dispensada. Estos datos generales son posteriormente registrados en una página Web, donde cualquier ciudadano puede acceder y darse cuenta de quiénes y cuánto donaron a la candidatura de Adriano Espaillat.

De repente, la nostalgia me invadió… y pensé tanto en mi terruño.