Recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD) volvió a recordarnos el largo camino que nos falta por recorrer para alcanzar el nivel de vida que aspiramos tener.El estudio realizado por el PNUD indica que sólo el Distrito Nacional tiene un alto desarrollo humano, y unas 27 provincias se mantienen en categorías inferiores.
Y nos reitera también que las provincias de la zona fronteriza con Haití son las más pobres, y que siguen en la cima de privaciones tan básicas como el acceso a servicios adecuados de salud, educación e ingresos por habitantes.
Los resultados de este estudio resultan alarmantes y a la vez muy desalentadores, porque desnudan una realidad que nos coloca frente al reto de superar esos obstáculos, no con políticas cortoplacistas como estamos acostumbrados, sino con planes que repercutan y sean sostenibles en el tiempo.
Pienso que debemos mirar este informe como una oportunidad para seguir avanzando por la ruta del progreso, que desde el Gobierno se nos plantea. Pero hay que hacerlo con la responsabilidad que sugieren estos resultados.
Si hay una cualidad que identifica al presidente Danilo Medina, reconocida incluso por la oposición política y aquellos sectores sin afanes de hacer vida pública, es su demostrada inclinación hacia los sectores más vulnerables.
Las cuantiosas inversiones hechas precisamente en los ámbitos resaltados por el PNUD, son más que suficientes para afirmar que se están haciendo importantes esfuerzos para combatir la pobreza estructural que nos abate, producto de una deuda social acumulada durante largas décadas.
Y digo esto, porque sería injusto no reconocer que Danilo Medina tiene las mejores intenciones de reducir la línea de pobreza a su más mínima expresión.
No obstante esta verdad irrefutable, es preciso entender que la tarea de volvernos un país donde las riquezas sean repartidas con igualdad, sin exclusiones odiosas, no es cosa de un solo hombre ni de una organización política.
Impulsar las reformas, planes y proyectos que nos asegurarán un país donde las oportunidades compartidas hagan posible un estilo de vida digno para toda la colectividad, debe ser un compromiso de todos los que sentimos una profunda preocupación por la patria que heredarán las futuras generaciones.
Es por esto que, además de analizar desde las gradas las situaciones que nos afectan como nación, he decidido aportar mi humilde granito de arena desde otra perspectiva. Esta vez, mediante una organización no lucrativa a cuya creación he dedicado gran parte de mi tiempo en los últimos años, y a la que he dado por nombre Fundación Vida.
El objetivo fundamental de esta asociación será dar respuesta a la necesidad de contribuir al desarrollo integral de todas las causas de grupos en estado de riesgo y desprotección en la República Dominicana.
Para ser más específica, la finalidad principal de esta fundación es brindar apoyo y ayuda a todos los grupos que se encuentren en situación de riesgo, como niños y adultos con discapacidad; adolescentes embarazadas, envejecientes y personas fuera de los alcances del sistema nacional de seguridad social.
Más adelante, hablaré en detalles de este proyecto. Ahora solo me interesa dejar en la mente de mis lectores la idea de que el futuro no es una realidad que se espera, sino que se construye con acciones y decisiones para lograr resultados concretos.
