El ingrato y su presencia en nuestro medio

Introducción1.- La práctica de la vida es lo que más enseña; la experiencia adquirida en el duro batallar nos prepara para enfrentar situaciones que sólo la rutina permite su comprensión; la habitualidad hace posible…

Introducción

1.- La práctica de la vida es lo que más enseña; la experiencia adquirida en el duro batallar nos prepara para enfrentar situaciones que sólo la rutina permite su comprensión; la habitualidad hace posible que desarrollemos destreza para descubrir las minucias y los asuntos de transcendencia que se anidan en el cerebro de los seres humanos.

2.- En un santiamén no llegamos a tener el dominio, la sapiencia necesaria para darnos cuenta de los defectos y las virtudes de aquellos con los cuales compartimos y establecemos estrechos vínculos. El tiempo nos da sabiduría, aunque muchas veces la misma no basta para descubrir los vicios ocultos que dañan a los débiles de espíritu.

3.- La comunicación con los demás sería sumamente fácil, llevadera, si en el medio social todos tuviéramos igual conducta, idéntica forma de comportamiento; pero resulta que en el ambiente que nos movemos existen diferentes formas de actuar, de intervenir, operar unos y otros.

4.- Si todos los integrantes de la sociedad actuaran en igual sentido y las relaciones se guiaran por una especie de código único; si la sorpresa no existiera, todo sería armonía, comprensión, concordancia y cordialidad. Pero no resulta así.

5.- Por la variedad de actitudes entre los miembros de una misma sociedad, al lado de la armonía está la discordia, la avenencia y la desavenencia, el odio y la simpatía, el acuerdo y la discrepancia, conciliación y antagonismo; en verdad, están presentes pluralidad de formas de actuar.

I.- Características de un ingrato

6.- Precisamente, por las diversas formas de proceder los dominicanos y dominicanas, observamos que en los últimos tiempos, acorde con el deterioro social, se hace más notoria la presencia de un espécimen, un modelo de persona que con su manera de portarse lesiona las buenas relaciones y angustia a sus víctimas: el ingrato.

7.- No toda persona reúne condiciones para ser ingrata, porque la ingratitud es la suma de taras que sólo pueden acumularse en cerebros letrinos preparados para ser receptores de ideas, concepciones, estigmas y máculas repugnantes.

8.- El ingrato es para su favorecedor, un mimado; el elegido de todas las ocasiones, el distinguido predilecto, el privilegiado de su benefactor. En su momento el hoy lesionado por la traición, agració a su favorito.

9.- El ingrato, como calculador maligno, acciona siempre con alevosía, es sumamente cauto en la ejecución de su proceder venenoso, a los fines de que su maldad sea fruto de una maquinación meditada.

10.- Más que inteligente, el ingrato es taimado; desarrolla su bellaquería con mucha astucia, lo que impide adivinar sus infames actuaciones. La ingratitud para alcanzar los fines perseguidos por el traidor tiene que emperrarse con absoluta obstinación en la voluntad de un traicionero ladino.

11.- El ingrato, por su cercana familiaridad con el traicionado, no afecta a cualquier víctima; escoge entre varias personas a la que más le ha servido, la que lo ha protegido y auxiliado en momentos difíciles a él y a los suyos. En sí, golpea a quien lo convirtió de zarrapastroso en limpio, elegante.

12.- La acción ingrata para que cumpla sus efectos y satisfaga las pretensiones del ingrato debe ser ejecutada luego de que el protector del ingrato ha hecho en provecho de este, durante un largo tiempo innumerables acciones, convirtiéndole en un protegido, un favorecido, algo así como un adoptado.

13.- El ingrato no valora; le da lo mismo recibir un trato gentil que rudo, ser idolatrado que despreciado, favorecido que desamparado. El autor a la hora de llevar a cabo la ingratitud no cree en amores ni sinsabores, consuelo ni desconsuelo, alegría ni pena.

14.- Por la sinuosidad que caracteriza al ingrato, éste confunde al más inteligente; es sumamente escabroso; disimula para penetrar y ser favorecido; se comporta ondulado y se hace el gracioso, no es demostrativo ante quien lo favorece; es un compendio, la síntesis del hipócrita y el solapado.

15.- El ingrato para hacerle honor a su desfachatez, cultiva el olvido, desprecia recordar; procura no tener presente en su mente nada que recuerde positivamente a su víctima; es un desmemoriado por conveniencia; busca no acordarse de ningún favor; las añoranzas le molestan cuando se encuentra con su protector; el ingrato se siente dominado por una amnesia selectiva.

16.- En el curso de una conversación cualquiera, el ingrato se molesta si su interlocutor hace uso de las palabras lealtad, hidalguía, fidelidad y rectitud; él se da por aludido, supone que se le quiere identificar como desleal, traidor y falso.

17.- El ingrato no valora gestos de atención a su persona ni a los suyos; se hace el loco para no tomar en cuenta deferencia, cortesía o atención; la hidalguía la considera una necedad social y la caballerosidad una porquería, la franqueza y la hipocresía las tiene en el mismo espacio.

18.- El ingrato carece de miramiento; está dominado por la desatención y la imprudencia; no cree en la delicadeza hacia quien le demostró solidaridad; tiene el descomedimiento como línea general de proceder ante su protector.

19.- Al ingrato le da lo mismo comenzar o sumarse a acciones deleznables contra aquel de quien fue favorecido o protegido; no se compadece con nadie; a quien le dio la caridad, le paga con la crueldad; al que le aportó compasión, le devuelve impiedad.

II.- La sociedad dominicana, adecuada para el ingrato.

Su actitud en la politiquería.

20.- La ingratitud se desarrolla más rápida y ampliamente en la medida que el orden social se va haciendo cada vez más degradante en el orden ético y moral. En un ambiente podrido, sin valores de dignidad y decoro, el ingrato se siente sumamente bien, cómodo.

21.- No hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que la forma como está funcionando la sociedad dominicana de hoy, es la ideal para quien abraza la ingratitud. Las relaciones que ayer se tenían como sagradas, han sido contaminadas porque el ingrato no respeta hermandad, afinidad, ni la compenetración; para él la desunión, antipatía y la felonía es lo mismo que unión fraterna, simpatía y compañerismo.

22.- Al ingrato le da lo mismo iniciar una campaña difamatoria contra quien lo elevó hasta el último peldaño social y estatal, que subirse en la ola que mueven los adversarios declarados de su pasado protector.

23.- Estamos viviendo una etapa de dobleces en la cual el ingrato sobresale; en vista de la podredumbre que se observa en todo el tejido social de nuestro país, la acción del ingrato es aceptada tranquilamente; su actitud desleal se ve formando parte de la cultura, como algo propio que nos individualiza como país.

24.- La situación de deterioro social aquí llega a un grado tal que se santifica la conducta del ingrato, confundiéndola con neutralidad, ecuanimidad, imparcialidad y libertad de pensamiento.

25.- Por el hecho de que el accionar político dominicano descansa, fundamentalmente, en relaciones personales, no ideológicas ni de principios, la ingratitud se destaca sacando sus garras, poniendo en evidencia la doblez, el disimulo y la falsedad de muchos politiqueros.

26.- Con frecuencia, hilachentos llevados a ocupar altos cargos burocráticos por la influencia política que ejercen en el mandamás de turno, y a quienes juran lealtad, luego los vemos muy pulidos; transformados de desharrapados a perfumados, y vistiendo a la última moda.

27.- El ingrato, una vez el jefote que le favoreció sale del poder, comienza a censurar su administración, la misma de la cual formó parte y diseñó; se convierte en un crítico impenitente, zarandeando la figura política que lo había favorecido, sacándolo de menesteroso a opulento, de incoloro a brillante, de bajo a descollante y de desconocido a célebre.

28.- No se pretende que la ayuda, el servicio prestado y el auxilio al ingrato, tengan como contrapartida la sumisión, la entrega, la deprecación ni la incondicionalidad, lo único que se espera de él es que sea consecuente; que no sea lisonjero, ni perverso; adulador ni canalla; cobero ni ofensivo hacia su servidor.

29.- La persona ingrata no surge del espacio sideral, sino que es un producto terrenal que ha asimilado uno de los tantos vicios que sociedades enfermas como la nuestra generan; la expresión práctica del ingrato, la ingratitud, lo define claramente por sus afines.

Reflexiones finales

a- Por ser un desalmado, el ingrato carece de sensibilidad, no tiene conciencia; a su guardián lo ve como su protector bondadoso y humanitario, pero una vez cae en desgracia se convierte en pérfido, lo pisotea, deja de ser el compasivo que decía ser.

b.- Para el ingrato, el hecho de haber recibido el sentir humanitario de quien ahora es su víctima, lo tiene en el olvido. La ingratitud es el presente, la buena obra hacia el ingrato es cosa del pasado, no cuenta. El desleal escribe las buenas obras hacia él y los suyos sobre un pedazo de hielo.

c.- La ingratitud no es estática, se mueve por todas partes; se aloja en la cabeza del ingrato aguijoneando contra aquel a quien debía lealtad; provoca e incita a lo maléfico; es perniciosa y disfruta ejecutando sin límites la malevolencia.

d.- El ingrato, mientras es favorecido, es sumamente empalagoso y liviano con su protector; le falta tiempo para elogiar, magnificar y alabar a quien luego maldice, censura, vitupera y rebaja; de indigestar con sus exaltaciones, pasa luego a ser un crítico mordaz, virulento y acérrimo contra su patrocinador. Con la misma fuerza que el farsante defiende, ataca; como alaba, vilipendia; pondera, para luego insultar.

e.- De seguro que cada quien recuerda un ingrato que se caracterizó por dicharachero y célebre, hasta llegar a la bufonería; pero también lo tiene presente como triste, aburrido y apagado. Mientras está siendo protegido, el desleal es híbrido, mixto, una mezcla de persona que se comporta, cuando quiere ser beneficiado, como le agrada o convenga a quien lo apoya y beneficia. Tiene condiciones para llamar a hilaridad y diversión, como también amargura y fastidio.

f.- El ingrato hay que mantenerlo lo más alejado posible; encierra en su persona las cualidades más despreciables del ser humano, entre las que se destacan la deslealtad y el egoísmo; también hay que identificarlo como malagradecido, infiel y taimado.

g.- Por último, en lo que a mí respecta, por el hecho de haber tratado a muchos ingratos me siento curado de sus diabluras; ellos contribuyeron a hacer mía para siempre esta idea: En lo que me queda de vida procuraré continuar hablando con franqueza ilimitada, pero sólo con el sincero, no con el falso; quiero comentar, explicar posiciones, pero con el que me escucha con sentido de seriedad, no con el perverso; aspiro a razonar con el que es leal, no con el farsante; busco mediante el lenguaje decir lo que creo es la verdad, no la mentira; platicar sin perder el tiempo que me queda de existencia, que quisiera que sea largo y fructífero.

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