Piense en esto por un momento, el hombre es la expresión viva de la inteligencia de Dios. Empezamos como dos células idénticas y durante los próximos nueve meses estas células se convirtieron en un ser humano. ¿Qué es lo que hace que cada célula haga lo correcto en el momento preciso con el fin de formar a una persona? La respuesta es la inteligencia innata. La Inteligencia innata es una expresión de la inteligencia de Dios (o del universo, como desee llamarle) a través de la materia viva, de conformidad con el medio ambiente y la calidad de la materia en la que se manifiesta. La Inteligencia innata controla y coordina toda vida. Es la diferencia entre los vivos de los muertos.
Si la inteligencia innata se bloquea la vida deja de existir. Pero si en vez de ser bloqueada totalmente, simplemente se interrumpe, al igual que pisar una manguera de jardín, se obtiene la disfunción y, finalmente, la enfermedad.
Muchas personas erróneamente interpretan los síntomas como el foco de sus problemas, sin darse cuenta de que no puede haber ningún efecto (síntomas) sin una causa. Los medicamentos están diseñados para hacer frente a los efectos que dejan a una persona con una falsa sensación de seguridad que la salud ha sido restaurada.
Un informe publicado en 2006 titulado: “Muerte por la Medicina”, basado en estudios científicos revisados por pares, llegó a la conclusión de que sólo en Estados Unidos más de 100.000 personas al año mueren a causa de los medicamentos prescritos correctamente.
Con el fin de restaurar la salud. En primer lugar, debemos preguntarnos por qué no se está expresando nuestra Inteligencia Innata en nosotros. La respuesta no se debe a una falta de medicamentos. La restauración de la salud sólo puede venir desde dentro, por el restablecimiento del equilibrio estructural, mental y químico en nuestros cuerpos. Si honramos el diseño de Dios (o del universo) y vivimos en armonía con la naturaleza, podemos volver a reconectarnos con el flujo de nuestra “Inteligencia Innata”, expresando así el diseño que hizo Dios o el universo, como usted desee llamarle.