Frecuentemente se confunde el término internacionalización con el de globalización, producto de la estrecha relación que existe entre ambos.
“La globalización es el flujo de tecnología, economía, conocimientos, personas, valores, ideas, a través de las fronteras. Afecta a cada país de manera diferente en virtud de la historia, las tradiciones, la cultura y las prioridades de cada nación; por su parte, “la internacionalización de la Educación Superior es una de las maneras en que un país responde a las repercusiones de la globalización, no obstante respetando la idiosincrasia de la nación” (Knight, 1999).
Los expertos coinciden en que es un proceso que fortalece y amplía, a través de la integración de la dimensión internacional e intercultural, las funciones esenciales de las universidades: docencia, investigación y servicio.
Durante la década del 60 la visión de internacionalización se centra en la movilidad estudiantil.
Más adelante, el concepto evoluciona y las universidades comienzan a enfatizar el desarrollo de conocimientos, habilidades y valores de sus estudiantes para desenvolverse en un entorno cada vez más global.
Más recientemente, existen instituciones procurando un clima organizacional que estimula las iniciativas interculturales e internacionales, y más aún, nos encontramos con instituciones que asumen de manera transversal esta dimensión internacional en sus programas y proyectos.
Las Instituciones de Educación Superior (IES) en República Dominicana han otorgado una importancia creciente a este proceso de internacionalización.
En general, sus agendas se aprecian menos “locales”, participan en redes internacionales, intercambian docentes y estudiantes y ofertan programas de doble titulación, entre otras acciones. No obstante, el desafío es más complejo si consideramos que este es un proceso fundamental del quehacer presente de las instituciones educativas para ser competitivas.
En tal sentido, las IES dominicanas, necesitarían por un lado voluntad política que se traduciría claramente en el apoyo del gobierno dominicano, no solo a través de los ministerios de educación, sino también del esfuerzo de otros ministerios, como el de Relaciones Exteriores, agencias de cooperación internacional, y otros proveedores de servicios educativos. Por otro lado, la propia institución debería adquirir una comprensión total del proceso y la inclusión de esta dimensión en su política educativa.
Esto a su vez, implicaría definición de una planificación estratégica, que no se reduzca a intercambio de los miembros de la comunidad, compra de servicios educativos o estudios de otras lenguas; estaríamos esperando más bien, producto de la internacionalización de su currículo y la alta calidad de su canasta educativa, la venta de servicios al exterior, la conformación o el fortalecimiento de centros para la enseñanza de Español como segunda lengua y estudios de cultura dominicana o caribeña con los que podamos atraer ciudadanos del mundo, así como la posibilidad de albergar proyectos de investigación y desarrollo interculturales que nos permitan trascender nuestras fronteras insulares. l
