José, Juan y Pedro

José vino de Estados Unidos con RD$5 millones. Compró dos apartamentos por igual valor, los alquiló a RD$12,000 cada uno y recibe…

José vino de Estados Unidos con RD$5 millones. Compró dos apartamentos por igual valor, los alquiló a RD$12,000 cada uno y recibe una renta de RD$24,000 cada mes. Sus dos apartamentos adquieren valor con los años.

Juan fue tocado por la suerte, se ganó RD$5 millones en un sorteo de lotería, tomó el dinero y lo depositó en un certificado de inversión del Banco Central, a través de un banco comercial, con un plazo de cinco años. Los valores pagan un rendimiento de 12% anual, por lo que recibe una renta de RD$50,000, el doble de lo que gana José, pero con la desventaja de que su dinero se devalúa en el tiempo, por lo que debe ahorrar al menos RD$20,000 mensual para ir capitalizando su patrimonio al paso del tiempo.

Ped$100,000ro fue más “¿inteligente?”, pues tomó los RD$5 millones que su padre le dejó al morir y los invirtió en un taller de costura. Rentó un local en un punto relativamente bueno para el negocio. Le cobran RD$18,000 mensual. Además, compró cinco máquinas industriales de coser, otra de mero y un equipo de planchar. La operatividad del negocio implica un consumo de RD$8,000 mensual en energía eléctrica y en forma adicional tiene ocho empleados (cinco operarios, un mensajero, una recepcionista y un operador de plancha) que en conjunto reciben RD mensual como pago total de salarios. A esa cantidad, debe agregar 7% de seguridad social (RD$7,000), más lo que paga de teléfono, combustible para la motocicleta del mensajero y la planta eléctrica que tuvo que comprar para cuando “se va la luz”.

Pedro, el emprendedor que mejoraba la economía con su empresa y reducía la pobreza dando empleos a ocho cabezas de familia, terminó en la quiebra, perdió sus RD$5 millones y se ahoga en deudas. A sus costos operativos se agregaron el pago de impuestos y la decisión de potenciales clientes en el Estado de comprar uniformes chinos -con comisión- y no los que él ofrecía de producción local.

Sin embargo, Juan y José no trabajan, no generan empleos y ganan dinero fresco, sin pagar impuestos y sin arriesgar su capital.

Pedro sufre la triste realidad que afecta a los pequeños empresarios de República Dominicana.

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