Julio Aníbal, la sociedad y la jurisprudencia laboral hoy

El día que en nuestro país esté vigente un ordenamiento social que responda a las aspiraciones más sentidas de nuestro…

El día que en nuestro país esté vigente un ordenamiento social que responda a las aspiraciones más sentidas de nuestro pueblo, y se puedan valorar los aportes positivos de nuestros mejores hombres y mujeres, entonces se podrá saber quién es quién.

La dinámica de la sociedad dominicana de hoy, dominada por el criterio de que “todo es todo y nada es nada”; “todo se vale”; “dale palante y después hablamos”; “tira todo que alguien sale salpicado por muy limpio que esté”; “lanza el rumor, que algo queda, aunque sea un chin de porquería”; “hay que lanzar infundios, bolas, rumores, que de seguro se le pega a una mujer u hombre serio”.

He dicho lo anterior porque es posible que hoy no se conozca lo que significó el trabajo ejecutado por el doctor Julio Aníbal Suárez Dubernay, como juez de la Suprema Corte de Justicia, específicamente en la materia laboral.

Si es cierto que en nuestro país está vigente desde hace varios años el nuevo Código de Trabajo, no es menos cierto que la jurisprudencia dominicana actual ha sido el fruto de la interpretación objetiva, del profundo pensamiento jurídico del doctor Julio Aníbal Suárez.

En nuestro país hoy, y a lo mejor durante muchos años, el abogado, abogada o juez que quiera saber la profundidad del sentido y alcance de un artículo cualquiera del Código de Trabajo necesariamente va a tener que recurrir a las distintas jurisprudencias que se sentaron en la Suprema Corte de Justicia, durante los últimos catorce años, obra del estudio y del concienzudo análisis del más brillante juez laboral que ha tenido el más alto tribunal del país en las últimas décadas, el doctor Julio Aníbal Suárez Dubernay. Por experiencia propia sé que Julio Aníbal es un estudioso del derecho y un consagrado a escudriñar en los textos doctrinales de los grandes forjadores de las doctrinas más avanzadas del derecho laboral. Si no fuera por la mezquindad que está fija en la conciencia de algunos que, más que yo, han visto a Julio Aníbal, exponer, desarrollar y defender con gallardía sus criterios jurídicos, sus razonamientos en torno a lo que está en el interior de cada artículo del Código de Trabajo, a lo mejor ya hoy hubieran dicho, con toda franqueza, que al servicio judicial dominicano lo han privado de la persona que más profundamente domina a nivel de la realidad económica, jurídica y social del actual Derecho del Trabajo en nuestro país.
Las aguas turbulentas que en la presente coyuntura se mueven en el océano político y social del país, llegarán a su tranquilidad y nivel, y será en ese momento que, de seguro, se va escuchar más de una sola voz, de los que durante catorce años fueron compañeros de trabajo de Julio Aníbal, decir a todo pulmón: “nunca olvidaremos la extensa jornada laboral diaria de Julio Aníbal en nuestro organismo, sus aportes a la jurisprudencia nacional en materia de trabajo, su empeño en estudiar profundamente todos los proyectos que discutíamos en las salas reunidas, su entrega a la oficina nacional de la Defensa Pública, su firme y constante oposición a todo tipo de privilegios en la institución, y su formal petición de rechazo de aquellos proyectos carentes de sólida base de sustentación legal”, en fin, de seguro que va a aparecer el digno colega y compañero de trabajo que diga que “en la actual Suprema Corte de Justicia y en particular en la Tercera Sala donde Julio Aníbal laboró, se profesa un profundo respeto hacia su persona, su obra y trayectoria profesional”.

Solamente hay que despojarse de pequeñeces, mezquindades, prejuicios y sectarismo, para reconocer las virtudes que adornan a un ser humano.

Armarse de sinceridad, valentía, franqueza y apego a la verdad histórica de la esencia de los seres humanos que se elevan más alto que los tobillos de los demás. Los limitados dementes no aceptan la grandeza de los que por sus propios méritos, sin zancadillas, triunfan en la vida.

Santiago de los Caballeros
22 de febrero de 2012.

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