No se necesita de un ojo entrenado para distinguirlo y separarlo de cualquier otro restaurante: basta con echarle un vistazo a su fachada; entrar, mirar hacia arriba e intentar descubrir de dónde salen las luces de su techo repleto de flores de colores y escudriñar visualmente sus 700 metros cuadrados decorados con colores anaranjados, rojo y el marrón casi negro.
Unos 60 profesionales, entre planta y oficina, y algunos colombianos, hacen que la experiencia de quien le visita no se adjudique a un “comer-pagar- y-me-fui”. Dista de eso: se hace inolvidable.
Sus platos se reconocen por sus sabores intensos y autóctonos de calidad suprema. Además, cosa rara de donde queda es que tiene más de 70 parqueos. Para los delicados, hay en su local seis baños. Y entre sus novedades, además de que van incluyendo cosas en su menú está unos cambios que harán en su estructura para incluir un bar de whisky y otro salón para eventos.
Abren desde las 12:00 meridiano hasta que haya gente. Para que no te agarre de sorpresa te sugerimos que prepares tu bolsillo con para un poco más de 1.000 pesos dominicanos, para comer bien, o sea, plato fuerte, bebida y postre.
El Lomo al trapo es el plato estrella de la casa. Pero no es el único que se lleva piropos. También están el 109 Rib, un pedazote de carne de 48 0nzas y su hamburguesa de una libra. Además, su postre endulzado con edulcorante y el “Good Apple”, con el que destinan 100 pesos para apoyar donaciones a instituciones que luchan contra el cáncer de mama. Y claro, su bar con una amplísima carta de vinos.
Para que no te pierdas su ubicación exacta es entre Abraham Lincoln y Lope de Vega.
