La claraboya mía

Me sentiría realizado si tuviera una ventana abierta en el techo o en la parte alta de las paredes y hasta en mi intelecto, ideales, creencias y consideración sobre el fanatismo de todas las épocas, de manera que pudiera percibirlo, comprenderlo, e

Me sentiría realizado si tuviera una ventana abierta en el techo o en la parte alta de las paredes y hasta en mi intelecto, ideales, creencias y consideración sobre el fanatismo de todas las épocas, de manera que pudiera percibirlo, comprenderlo, entenderlo, analizarlo y, talvez, hasta perdonarlo.

Parece que los triunfadores creyentes, eternos partidarios de la supremacía –religiosa, étnica, etaria, geográfica, histórica– no pueden salir del Medioevo, ni ir más allá del inicio de la Edad Moderna cuando Papas españoles entregaron a España y a Portugal, viejos beneficiarios económicos y militares de las Cruzadas, derechos de propiedad que Roma poseía por falsa fé, incluyendo el poder para definir fundamentos éticos, religiosos, biológicos, de defensa, sociológicos y de organización sobre sociedades desconocidas, para apropiarse de tierras ajenas, quitándoselas a sus dueños y haciéndolas españolas o portuguesas, aunque eran tierras sobre las cuales no poseía la más mínima autoridad, dotándolos del poder para someter a impíos y a hacerse dueños de tierras, gente y destinos.

Millones de habitantes del planeta Tierra sentimos dolor por la guerra sostenida entre creyentes opositores que se perciben y se evalúan como inocentes de masacres de guerra fratricida, de increíbles y crueles asesinatos, destierros y crímenes de lesa humanidad.

Nos duelen los genocidios, las violaciones, los despojos, especialmente cuando se santifica la crueldad del persecutor ideológico, aunque simple tránsfuga de la deidad, cuando se propicia la persecución discriminante del opositor y nunca se persigue ni condena a los poderes extranjeros que causaron la guerra llevando a los yugoeslavos a matarse entre ellos, y fuera rol exclusivo nuestro presenciar y aprobar los crímenes auspiciados.

No somos capaces de ver en el espejo nuestra ignorancia ni la injusticia de gente supuestamente mejor dotadas, incluyendo a quienes siguen ciégamente ideologías fundamentalistas propiciando o aprobando horrendos crímenes en nombre de la deidad, o celebran el triunfo del absurdo como milagro de Dios, en nación multifacética, multiétnica, multinacional, multilingüe y gloriosa, truncada por el enfrentamiento entre creencias religiosas. El verdadero milagro yugoeslavo lo hizo otro Josip, Josip Broz, y no tuvo que replicar el de la multiplicación de panes y peces.

Me conduelo del amigo que después de años de extraordinaria formación se conserva como inocente que no puede liberarse de las ataduras religiosas que limitan el ámbito de su investigación y sus hallazgos.

Como cientifico en formación, cuando recibía palabras del extraordinario profesor de Historia de la Cultura en el TEC, debió entender lo que constituye historia.

La Biblia es libro de historia. Solo eso.

La verdad es congruencia entre modelos, hipótesis, tesis, hallazgos, constructos… hasta creencias. No puede ser dogma de fe.
Marcos Taveras es consultor empresarial

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